¡Respetemos el yerberío!

¡Respetemos el yerberío!

Por estos días pueden contemplarse brigadas de trabajadores que cortan la hierba en taludes carreteros y otros lugares del espacio interurbano. Ignoramos que los derrumbes en las lomas de El Número, en el sur, o en Miranda, en la frontera sur del valle del Cibao, resultan de la ausencia de la hierba. Es plausible que organismos públicos diversos, incluyendo gobiernos locales, provean ocupación remunerada a labradores desempleados. La eliminación del yerberío, sin embargo, es objetable.

La maleza tiene un importante papel en la preservación de los ecosistemas. O en lo que pueda quedar de ellos cuando han sido degradados o alterados. El árbol atenúa los efectos de los rayos solares sobre las porciones del suelo en que se levanta. Cumple otros papeles fotoquímicos al convertir gases y partículas orgánicas en materia aprovechable por ellos y otros seres vivos. La hierba, con sus raicillas, ayuda a retener la humedad sobre el suelo y compacta las capas superficiales de carácter orgánico.

Con su ausencia le es fácil a las precipitaciones pluviales remover esas capas de la superficie de los terrenos. Desprovistos de árboles y de hierbas, los suelos se encaminan a la desertificación. Comprender estos papeles –parte de una interacción que abarca lo creado- es fundamental al generar ocupaciones temporales con motivo de las campañas políticas. De ahí que conviene que la promoción partidista no se lleve de encuentro el yerberío que crece, sobre todo, en los cortes en talud hechos en cerros y montañas para abrir espacio a las carreteras y caminos.

Tampoco es aconsejable erradicar la maleza cuando se adopta el árbol en procesos de producción agrícola. Desde tiempo inmemorial crece el mito de que la hierba se come el alimento absorbible por la raíz del árbol. El terreno donde se siembren árboles –para producción maderable, energética, frutícola, etc.- debe mantenerse herborizado. Por supuesto, un área junto a los troncos, mientras crecen o ya adultos, estará desprovista de hierba. Porque ciertamente, todas las raíces procuran los mismos alimentos. Fuera del círculo preservable sin hierbas, el resto de la finca debe, empero, conservar el yerberío.

Modelos de producción en que se conjugan estas especies pueden contemplarse en el país. Uno que se presenta a la vista del viajero que se dirige al norte es el naranjal de Leche Rica en Villa Altagracia. Don Manuel Arsenio Ureña procuró tal relación en los sembradíos de macadamia y de caoba del noroeste. Muchos otros que por no ser prolijos no se mencionan, están presentes en los esfuerzos agropecuarios de la nación.

El problema, en gran medida, surge cuando son volcados recursos públicos para “limpiar carreteras”. Entonces nos llevamos de encuentro la hierba destinada a evitar el deslave de algunos terrenos, muy visibles para los viajeros. Y por el ejemplo de lo visible tiende el ciudadano a pensar que allí a donde la vista no llega, el desyerbo, la tala y la quema, deben asumir condición preocupante.

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