Responsabilidad social comprometida con el medio ambiente

Responsabilidad social comprometida  con el medio ambiente

Uno de los elementos que mejor identifica la verdadera esencia y sensibilidad de una empresa, vale decir de sus directivos y promotores, es la forma sostenida en que enfoca e impulsa su política de responsabilidad social corporativa, sobre todo cuando está dirigida a proyectos de tanta trascendencia como la conservación del medio ambiente y la preservación de las fuentes acuíferas.
La autenticidad de esta laudatoria gestión, más allá de enunciados y protocolos, se mide, valora y aprecia a través de resultados, teniendo mayor alcance y significación cuando su amplitud no se limita al impacto que la acción empresarial tiene de manera particular en las comunidades de su entorno operativo y entre sus trabajadores.
Estos elementos diferenciadores distinguen la trayectoria seguida desde sus inicios por la Fundación Tropigás, que dirige uno de sus mayores esfuerzos y recursos al programa Ribera Verde, en el sector La Ciénega, donde sensibiliza a la comunidad para la limpieza de las cañadas más contaminadas del sector y la colocación de unas bardas o filtros en sus desembocaduras para disminuir los residuos sólidos que terminan en los ríos Ozama e Isabela.
Este involucramiento de la comunidad es vital para el éxito y sostenibilidad del programa en el tiempo, ya que solo la conciencia y la educación ambiental bien dirigida hacia los núcleos poblaciones próximos a esas riberas sobre la forma de manejar los desechos sólidos, puede ir paulatinamente eliminando la contaminación de esos importantes cursos de agua.
Así lo ha entendido desde el principio esa fundación al asignar una atención especial a la sensibilidad ambiental, mientras sigue el proyecto de los “barcos recolectores Ribera Verde”, que durante ocho meses han recolectado 1,200 toneladas de residuos sólidos flotantes y lilas que se acumulan en la superficie de esos ríos.
La idea es que mediante la educación ambiental y el empoderamiento de las comunidades ribereñas, el flujo y volumen de estos desechos disminuyan cada vez más, a medida que las familias y sus descendientes sean los primeros preocupados por el problema y los más empeñados en la solución de una práctica que atenta contra sus propios habitantes.
El positivo impacto logrado por Ribera Verde ha sido tan apreciable y notorio que ha captado la atención del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, reconociendo la importancia para el rescate del Ozama e Isabela y la asistencia proporcionada a las comunidades más vulnerables.
El presidente ejecutivo del grupo empresarial Martí, Carlos José Martí, y el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Ángel Estévez, hablaron sobre el proyecto durante un recorrido en los barcos recolectores y trazaron estrategias y planes futuros para reforzar una iniciativa que por su naturaleza debe encontrar decidido respaldo en otras entidades públicas y privadas.
Otro aspecto a destacar es que en el área del puente flotante el programa tiene contemplado colocar una malla que ayude a controlar los residuos sólidos y las lilas que llegan al malecón de Santo Domingo, arrastrados por las lluvias desde el río Ozama y que en ocasiones han sido de una descomunal dimensión que ha ameritado largas jornadas de recolección y limpieza.
Desde su creación en 2011, la Fundación Tropigás desarrolla diferentes programas educativos y socioculturales, así como planes de saneamiento ambiental y de mejora de calidad de vida en la Ciénaga y otros sectores de las riberas del Ozama e Isabela, mediante 6 proyectos que incluyen rescate de cañadas, reforestación, salud preventiva y participación comunitaria.

La participación comunitaria ha tenido también sus frutos con la creación de centros de acopio para depositar los residuos, la capacitación de promotoras medio ambientales, creación de una brigada de recolectores en triciclos, entrega de saquetes reusables por familia y la creación de brigadas de saneamiento, capacitaciones sobre adaptación de cambio climático para docentes y la creación huertos, viveros y jardines verticales. Se trata, no hay duda, de un bonito ejemplo de inversión socialmente responsable.

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