Responsabilidad social empresarial: un negocio ventajoso

Responsabilidad social empresarial: un negocio ventajoso

POR ELADIO URIBE
«Si una empresa no crea nuevas cosas y devuelve a la comunidad por lo menos una cantidad igual de riquezas y recursos de los que está recibiendo por el mero hecho de su existencia, es una empresa que ha pasado de moda, que no tiene razón de ser y está muerta, aunque quizás ella misma tarde en saberlo». Bernard J. Muller Thym

Vivimos en un mundo diferente, cambiante a la velocidad de un rayo, lleno de incertidumbres y copado por crisis constantes en todos los órdenes. Desenvolverse en ese marco tan amplio como voluble dando resultados que se correspondan con los niveles exigidos por sus stakeholders o grupos de interés y con las metas propuestas, es difícil para cualquier empresa u organización; pero irremediablemente necesario.

La empresa, como nos dice Albert Low, «ha evolucionado en función de los cometidos y responsabilidades asumidos por ella» así como por las exigencias del mercado y las variables internacionales, aunque al parecer, algunos empresarios  no se han dado cuenta. La visión moderna ha hecho trascender las organizaciones del ámbito de la tradicional relación capital-trabajo, donde el beneficio económico era la única razón de ser y la medida de eficiencia, a un grado elevado de responsabilidades muy distintas, donde debe existir una significativa interrelación entre las actividades empresariales y el entorno social en que éstas se desarrollan.

La responsabilidad social de la empresa (RSE), que para algunos está de moda en estos tiempos, parte de esa nueva visión donde la empresa es un ente integral  y complejo cuyas acciones, no importa la magnitud, tienen impacto social y ambiental, la sociedad le provee factores de producción y deben atender a todos los grupos o personas que afectan el logro de sus objetivos. Es decir, accionistas, directivos, trabajadores, colaboradores, proveedores, clientes, consumidores, competidores, comunidades (local, nacional e internacional) y medioambiente.

El auge de la RSE se extiende por todo el mundo, en Europa, donde tuvo su nacimiento y ha alcanzado su mayor evolución, en el año 2001 se publicaron el Libro Verde y el Libro Blanco, ambos preparados por la Comisión de Comunidades Europeas con el cual, se busca fomentar el marco  para  la  RSE y la Responsabilidad Ambiental, respectivamente. Después de la edición  de estos libros-guías, los europeos han superado el número de 280 fondos éticos, sociales y ecológicos con un crecimiento estimado de 70% entre los años 1999 y 2004.

En materia bibliográfica  por igual el avance de la RSE ha sido notorio, destacándose en este renglón los Estados Unidos de América con la mayor producción, iniciada en 1973 con la publicación del libro «La Empresa con Rostro Humano» del autor Servan Scheiber. En nuestra América Latina la práctica de la materia que nos ocupa, ha sido mayor en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, Colombia y Costa Rica. Chile incluso ha realizado convenciones de carácter mundial para analizar las acciones  y los modelos de gestión de RSE.

Si de definición se trata, podríamos resumir la RSE como el compromiso voluntario de las empresas con el desarrollo de la sociedad y la preservación del medioambiente, ligado a un comportamiento responsable hacia las personas y grupos sociales con los que interactúa.  El carácter voluntario no significa «libre albedrío», sino libertad para ser consciente, aportando en función de lo que se recibe y garantizando que dichos aportes se dirijan a la superación de las comunidades. Por ello, el proceso mismo combina aspectos legales, éticos, morales y ambientales en aras de satisfacer las demandas comunitarias o corregir distorsiones creadas con su accionar.

El concepto y los criterios de RSE se aplican principalmente a las grandes empresas; sin embargo, cualquier tipo de empresa del género o sector que sea, está en condiciones de fomentar prácticas socialmente responsables en su entorno y en el país donde actúa. La practica de la RSE es una inversión capaz de generar ganancias y utilidades inmediatamente se inicia su aplicación, así como a mediano y largo plazo. Bien dirigida, es también una actitud institucional donde los valores sociales impregnan la cultura, los objetivos, las estrategias y las políticas de la empresa.

Una empresa no hace responsabilidad social por  el simple hecho de realizar donaciones periódicas de dinero o productos a una entidad o sector de la comunidad, ni cuando entrega una limosna en agradecimiento a la iglesia o a una persona. Para que haya RSE objetiva, tiene que haber planes a largo plazo de inversión en proyectos de desarrollo y mejora de calidad de vida, como acción consciente de compromisos para  la solución de los problemas que están afectando a la sociedad y verlos como asuntos de todos. Esto implica también, un serio seguimiento al uso de los aportes que asegure los resultados que se desean.  RSE sin embargo, no es la solución a los problemas de un país o una comunidad, es sólo una fase en el largo recorrido hacia la consolidación y el desarrollo. Su fuerza y aplicabilidad valen si forman parte de un proceso integral de institucionalidad nacional, sin ser excluyente frente a las irresponsabilidades de los demás sectores, incluido el propio sector empresarial.

Cada vez son más los factores externos que fuerzan a las empresas  a poner en ejecución programas permanentes de responsabilidad social o a fortalecer los que ya tienen. Un ejemplo de esto son los denominados INDICES DE SOSTENIBILIDAD que se están convirtiendo en instrumentos claves al momento de tomar una decisión sobre la realización de negocios con una determinada empresa. Los consumidores y clientes de manera directa o a través de diferentes organizaciones, no solamente están demandando calidad y precios razonables en los productos y servicios; también han comenzado a revisar los niveles de RSE que la empresa ha alcanzado.

El empresario que asume la responsabilidad social como una inversión y no piensa en ella como un gasto, no sólo tiene mayores posibilidades de reconocimiento, sino que coloca su empresa en un lugar privilegiado donde asegura respeto, institucionalidad y calidad de vida. Desde el punto de vista interno, la convierte en parte de los valores de la empresa y por ello es básico involucrar en el proceso y en los proyectos la mayor cantidad posible del personal tanto ejecutivos como operarios y personal de servicios. Por igual, mejora la gestión de recursos humanos y la obliga a desempeñar un rol más activo en materia social; mejora el entorno de trabajo y fortalece la motivación del personal así como la comunicación.

En el ámbito externo, la RSE fortalece la imagen de la organización, crea y comunica legitimidad, da visión de compromiso con la sociedad, mejora la percepción de marca, fideliza los clientes, permite un mayor posicionamiento social y su nivel de preferencia en el mercado aumenta. Un negocio así, donde las utilidades son perfectamente medibles, debería ser motorizado con mucho mayor énfasis y como una estrategia común, por el sector empresarial a través de sus diferentes organizaciones más representativas como el CONEP, la Confederación Patronal y la Asociación de Industrias; por los estamentos del Estado, dándole mayor importancia al tema y estableciendo mecanismos (como programas educativos, por ejemplo), que aumenten los conocimientos sobre esta materia, su importancia, sus procedimientos y la medición de sus resultados.

La denominadas organizaciones de la sociedad civil, también tienen un compromiso, jugando un papel que por demás debe ser responsable y creíble, en las mediciones y recomendaciones de adecuación de las inversiones.

El programa de la RSE debe implicar: cumplimiento total de los compromisos del empresariado frente al Estado; transparencia en la presentación de informes, actuación ética de los ejecutivos y de los empleados; respeto a los derechos y calidades de las personas que interactúan en la organización; encuentro de fórmulas de participación social que garanticen que  el trabajador y su familia no encuentren contraste mentalmente dañino y socialmente excluyente, entre clima de trabajo en su empresa y realidad del sector donde reside. Del mismo modo, garantía de la empresa no participar en prácticas de «corruptela» para no fomentar los corruptos. Realizar campañas de salud y prevención, velando porque las personas en la organización adquieran mayor responsabilidad por su bienestar físico.

Complementan un programa serio de RSE, la eliminación de las prácticas publicitarias en desmedro de sectores de la sociedad y de una necesaria perspectiva de género; asumir una actitud proactiva frente a los flagelos que azotan la humanidad como la contaminación, la violencia y el desorden social y responder adecuadamente a la solución de situaciones comunitarias tales como construcción y mantenimiento de escuelas, centro comunales, fomento de actividades deportivas y culturales,  centros hospitalarios, contratación  de personas socialmente excluidas, apoyo para obtención de viviendas decentes, campañas de alfabetización, etc.

Productividad y competitividad, claras metas de las empresas de hoy, no funcionan apropiadamente si no van acompañadas por los principios y los valores que describen la RSE y la inversión en ella.  En pocas palabras, la RSE reduce los costos operativos, mejora la imagen de la marca en el mercado, logrando identidad y sentido de pertenencia de sus colaboradores, convirtiéndose en el mejor negocio, no solo con visión en el corto plazo sino también a futuro.

Nuestro reconocimiento a la cada vez mayor cantidad de empresas dominicanas que han establecido y ampliado consecuentes programas de RSE.
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El autor es director general de Recursos Humanos de Central Romana Corporation, expresidente de la Federación Interamericana de Asociaciones de Gestión Humana y expresidente de ADOARH

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