Los seres humanos con verdadera responsabilidad son los que tienen conciencia plena de sus deberes, mucho más cuando son capaces de liberarse de sus pasiones íntimas y de las presiones exteriores. El deber, según un pensador humanista cristiano es: “la conquista de la libertad y de la verdad.
La exaltación progresiva, el impulso hacia lo mejor, el florecimiento continuo del objetivo. El deber, antes de imponerse desde afuera por mandamiento o por ley, se impone desde adentro como la ley del ser ávido de crecimiento. Como la ley del espíritu ávido de afirmarse. Como la ley de la libertad en vías de perfección”.
El que puede beneficiarse con el descubrimiento permanente de la verdad, realizado por la humanidad, adquiere cultura. Entendiendo la cultura como la armonía del espíritu y del universo hecho posible en proporciones, colocando cada cosa en su lugar, según su clase y condición. El hombre culto es el que coordina el conocimiento, no necesariamente el que lo exhibe.
Además de los libros, la verdadera cultura requiere de los contactos con las cosas. Se enriquece, afianza y unifica a través de las vivencias. Es necesario que la instrucción y el aprendizaje abran a cada uno la vía que le permita ver el lugar que ocupa en el universo y el papel que desempeña para la humanidad. Lo que extrae, lo que transforma, lo que utiliza, lo que intercambia.
La conciencia no basta. Es necesario agregarle la eficacia. Por tal razón, mucha gente bien intencionada ni llega a nada ni resuelve nada. Pues la eficacia requiere ante todo la objetividad. Uno de los secretos del éxito en la acción, es la conciencia plena en el objetivo.
Por ejemplo, los jóvenes que aspiran a ser personas de bien, debe estudiar el medio en el cual piensan desarrollarse o trabajar; entre ellas, las influencias intelectuales, morales, políticas que se ejercen sobre ellos. Las causas de su degradación o de sus grandezas, sus necesidades inmediatas y sus necesidades más profundas.
Debe ampliar profundamente su cultura a partir de las necesidades de las personas que pretende ayudar. El hombre eficaz debe ser a la vez, estratega y táctico. Ver de lejos, vivir hacia adelante, captar las grandes ideas, emplear los medios adecuados, situarse en el desenvolvimiento histórico, tomar precauciones.
El hombre eficaz no debe temerle al fracaso, aunque haga todo lo posible por evitarlo. Los fracasos pueden aportar tanto o más a la formación que los éxitos. Es gracias a los fracasos del ayer que se podrá tener éxito hoy y en el mañana. Nada grande puede realizarse con poco esfuerzo y en unos días. El hombre eficaz actúa poco a poco, medita, tarda en decidirse y se decide en el momento conveniente.
Se prepara para todo momento. Así cada día estará en condiciones de reaccionar mejor frente a sus nuevas situaciones, oportunidades o adversidades. Con capacidad de ver con más amplitud y decisión a la vez. Todo puede servirle y todo puede aportarle. Revertir lo negativo en positivo. Conocer, analizar, decidir y actuar.