Responso por Ambiorix

<p>Responso por Ambiorix</p>

UBI RIVAS
Ambiorix Díaz Estrella falleció el día primero del presente mes de febrero en Santiago de los Caballeros, a los 80 años de edad, y con él pierde el país la presencia física de un ciudadano ejemplar, integérrimo, un político coherente y honesto, una referencia de la especie humana resonante y sencillamente paradigmática.

Ambiorix Díaz Estrella falleció donde vivió toda su vida, en la Junta de los Dos Caminos, es decir, la bifurcación de los trayectos que conducen por un lado hasta Tamboril y la otra, hacia Licey y Moca.

Ambiorix Díaz Estrella también falleció como vivió, enalteciendo el genoma humano, las referencias más altas de la condición y la progenie humana, y su memoria gratísima y refrescante será por siempre como la esplendidez del pebetero del alba o como el tintineo apenas perceptible de un quasar.

Con 34 años de edad, desempeñándose como juez de Instrucción, Ambiorix levantó los cadáveres de las Tres Mariposas Eternas de Salcedo, luego de su brutal asesinato a palos en La Cumbre, iniciando el juicio contra el capitán E.N. Víctor Alicinio Peña Rivera, jefe del tétrico y odiado Servicio de Inteligencia Militar (SIM), la Gestapo del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo, en el Cibao.

Ambiorix Díaz Estrella, con la serenidad que constituyó otras de sus prendas personales valiosísimas, interrogó al soberbio, engreído y temible Peña Rivera, y con las punzadas de su cuestionario inquisidor, tornó a aquella fiera en prácticamente un mequetrefe de gente.

Cuando el PRD arribó al país en junio 5 de 1961, Ambiorix Díaz Estrella no lo meditó dos veces, ingresando a la parcela política que fundaron los líderes del exilio anti-trujillista en 1939 en la Villa El Cano, residencia del desaparecido viejo roble José Virgilio Mainardi Reyna en los suburbios de La Habana, Cuba.

Impulsado por el ariete del servicio social, más allá de los estrados, Ambiorix Díaz Estrella debutó en la política como representante de su provincia en la Cámara de Diputados, y ciertamente, en un país donde abundan los bergantes como la verdolaga en los caminos rurales, sentó cátedra de moral pública que debiera constituir marco referencial conductual en los legisladores de aquí y de cualquier país donde funcione la pluralidad cameral.

No recuerdo cuándo Ambiorix Díaz Estrella empezó a tener carro propio, pero cuando se desempeñó en la judicatura, nunca lo tuvo, y cuando cerca de medianoche salía del Centro de Recreo, donde acudía todas las tardes a jugar dominó y pin-tin-tin con el general Simón Díaz, mi primo Rafael Rivas Gómez, Constantino Benoit, el licenciado García Godoy-Iglesias, Meney Cordero, Rafael Díaz, pagaba una carrera por un peso para que lo condujera a la Junta de los Dos Caminos.

Su atuendo fue siempre sencillo como su universo personal y conductual e indefectiblemente le acompañaba un jaquet debajo del brazo que usaba para ingresar al Centro de Recreo, donde no se permitía accesar en manga mocha, y también al cine nocturno, que exigía manga larga, no el relajo y la chabacanería imperante en el groserismo generalizado del penoso hoy.

Siempre se cultivó y a diario leía un libro, y su conversación siempre amena, la salpicaba y adobaba con su cultura rica auxiliada por su memoria, teniendo siempre la certeza que saber es recordar a tiempo.

En la residencia de mi inolvidable y amado compadre, el presidente Antonio Guzmán, nos encontrábamos los fines de semana en el final de la década de los años sesenta, de la última centuria y primeros de los setenta conjuntamente con Salvador Jorge Blanco, José Augusto Vega Imbert, Aníbal Campagna y alguno que otro dirigente del PRD, y donde mi compadre era el líder porque financiaba a innumerables compañeritos de las bases en su accionar para su proyecto político.

El recinto de la Cámara Baja debiera ostentar el nombre de Ambiorix Díaz Estrella, en honor a su esplendente refulgencia moral y el del Senado doctor Aníbal Campagna, otra referencia cumbre de la conducta irreprochable, por demás, dos secundadores iniciales de todo el referencial condensado en dechados que legó a la sociedad dominicana el presidente Juan Bosch.

Paz a los restos mortales de Ambiorix Díaz Estrella y siempreviva a su memoria imperecedera, paradigmática e imposible de olvidar jamás.

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