Responso por Jacinto

Responso por Jacinto

POR UBI RIVAS
Jacinto Penado Garrigosa, que acaba de fallecer luego de un largo y doloroso quebranto que la ciudadanía cronometrizó como suyo, en Miami, a los 63 años, trazó una línea divisoria para el sector empresarial en su accionar político, y consistió en dar la cara abiertamente, eliminando la simulación y el pendejismo, su mayor y más bruñido legado a la política.

Es decir, que Jacinto Peynado simplemente yuxtapuso su accionar íntimo, su palpitar bullente y prístino, al litoral de la política, sincerizando un flanco vulnerable de la vida nacional, al que muchos prefieren o tratar de lado o usar de quisling tanto a tecnócratas como a plumíferos.

Fue un hombre sincero que nunca silenció algo contrario a su cosmos y diríase con propiedad que fue un diamante sin pulir, que negoció el tránsito del hogar hacia la escuela, y ésta a los altos estudios financieros en USA y de ahí, a la gerencia de los negocios que regenteaban entonces su inolvidable para muchos progenitor, don Enrique Peynado Soler, un hombre sobrio, pero con la virtud del conocimiento de los hombres a quienes calibró y dispensó el trato exquisito de su exquisita sapiencia empírica.

De los negocios de alta envergadura, Delta Comercial, Agrodelta, Alpha Motors, Jacinto devino en incursionar en la política, algo que detestó siempre don Enrique, hombre práctico moldeado en la fragua del trabajo continuo y duro, profeta en su propia tierra que desplazó una marca de vehículos con raíz de preferencia por siempre, Chevrolet, por una que entonces era como un ET de los dealers, Toyota, al que muchos tildaron de iluso, pero que en realidad fue un gigante winner, un portento self made men.

Para no pocos, inclusive el suscrito, Jacinto lucía como un despistado de la realidad política circundante por su porfía entonces con el dueño absoluto del PRSC, el caudillo civil doctor Joaquín Balaguer.

«Que se decida él, porque ya yo lo estoy», prorrumpió una vez histórica que dejó atónitos a todos, dentro y fuera de la gran carpa colorá.

Pero con ese accionar autónomo, independiente rayano como aquel primero que postuló el Padre de la Patria: RD tiene que ser libre de toda potencia extranjera o se hunde la isla», en realidad Jacinto estrenaba una escuela en los fastos del providencialismo imperante entonces por los dos JB y el otro JFPG, una línea divisoria como la que trazara el intrépido Francisco Pizarro en la Isla del Gallo para conquistar El Darién de los devaneos auríferos y las amazonas seductoras, vampiresas de los hombres.

Claro que una autonomía de ese sesgo provocaba celos, envidia, temor a sus pariguales en la lid empresarial, en un país identificado con la cortesanía, la genuflexión al poder político, de quien todos esperamos de todo, sin distingos de clases, y así, cuando Jacinto acudía donde sus compañeros empresarios a procurar respaldo económico para sus proyectos políticos, le respondían que él tenía más recursos que ellos, y de esa manera, Jacinto se fue descapitalizando, y con él, sus empresas, de las que asumió el timón al fallecer su distinguido y querido por todos progenitor.

Jacinto Peynado Garrigosa fue el arquetipo del político empresario, nuevo, diferente, que trilló camino al andar solo, que fue orlado por un haz de luz autónomo, que guió sus pasos y conducta pública intachable, y que hoy es paradigma para propios dentro del PRSC y fuer de la carpa colorá, con lo que demostró no solamente una gestión política luminosa, sino también que a la política no se acude a buscar, sino a dar.

A dar lo mejor de sí, lo mejor de la existencia, todos los recursos disponibles ganados en buena lid, sin mácula, sin que nadie ose siquiera el murmullo de una censura, y ese es el legado supremo de su vida pública vertical como plomada de albañil a sus cofrades de partido, extrapartido, pusilánimes y farsantes, todo lo cual Jacinto despreció. Paz a sus restos. Paz a su memoria, por siempre…

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