El campo dominicano, y particularmente los parceleros de Reforma Agraria, deben estar de luto por el repentino fallecimiento de la Dra. Margarita Gil, sepultada en Licey al Medio, Santiago. Horas atrás, en sus oficinas del Ministerio de Agricultura, la sentíamos sonriente, como siempre, diseñando programas y proyectos dirigidos a capacitar a la familia rural dominicana en sus tres áreas: agricultores, amas de casa y jóvenes.
Apenas horas antes de su partida, se encontraba dando los toques finales al próximo encuentro de líderes que cada año organiza la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD), entidad para la que trabajó por varios decenios. ¡Cuán lejos estaba Margarita de que sus horas estaban contadas… de que el Señor había dispuesto su partida, y de que sus sueños y sus esperanzas tendrían en lo adelante, otros horizontes!
Todavía adolescente hizo los estudios de bachillerato en su comunidad natal. Canca la Reina, Moca, y de inmediato ingresó a la facultad de derecho en la Universidad Católica Madre y Maestra donde se graduó con altos honores. Por el índice alcanzado, fue enviada a Italia, donde se especializó en legislación agraria. A su regreso, fue contratada para una asesoría en el Instituto Agrario Dominicano (IAD), donde por años ocupó las posiciones de Jurídica, secretaria general y asesora de varios directores. En su posición cimera en la Reforma Agraria se agenció los servicios de otros de compañeros de estudios, el dirigente político Guillermo Moreno, y de Ingrid Lavandier, con quien compartía responsabilidades profesionales.
El Señor me deparó la oporunidad de conocer a Margarita a fines del año 1979, cuando ambos trabajamos en el IAD, en la gestión de Eligio Jáquez. Desde entonces entablamos una amistad y una identidad recíproca, que solo su muerte la ha podido interrumpir. Toda mi familia y yo aprendimos a conocer y a quererla por su altruismo, dinamismo, sencillez y la fortaleza como actuaba en el discurrir de su fructífera existencia.
Ella mantuvo hasta la muerte el criterio de que para estudiar no hay límites ni fronteras, y es así que con dos niños pequeños, Nicolás y Ricardo, de cinco y tres años, obtiene una beca en la Universidad de Winscossin, Estados Unidos, donde recibió un doctorado en legislación de tierras.
En consonancia con esa tesis, fue Margarita quien me conminó a estudiar derecho, y fue ella que me facilitó la colección sobre derecho civil de los hermanos Mazeaud, texto propio de los primeros años de la carrera. Además, puso a mi disposición toda la bibliografía sobre derecho agrario que logró recopilar de manera completa.
“Mira, Cacú… tú tienes disposiciones extraordinarias para el derecho”, era la frase que me pronunciaba, día tras día, tantas veces nos encontrábamos Y cuatro años después, cuando recibí el título de licenciado en derecho, fue una de las mejores satisfacciones de su vida, según proclamaba.
La figura de Margarita renace ante la contemplación de sus amigos, que somos muchos. El ilustre pensador francés, Montaigne, legó a la posteridad esta frase digna de evocar en este triste momento de la partida de la inolvidable amiga: “No muere la persona que vive en el recuerdo y en el afecto de sus amigos”. Felices los que estén dotados de visión para interpretar ese mensaje de optimismo.
La singular prestancia de la Dra. Gil será recordada con los más puros sentimientos de admiración, respeto y cariño porque ella fue un ser excepcional que sembró la simiente del amor en el corazón de todos cuantos gozamos del encanto de su amistad y que pudimos leer en su corazón toda la grandeza de su alma cristiana. ¡Maestra, hermana, colega, hasta luego!. ))