El senador Edward Kennedy (Ted), que falleció el 26 de agosto último, sobrevivió a diez presidentes, se mantuvo 47 años en el cargo,  electo  de  verdad, sin alianzas electoreras ni trampas en el tribunal electoral, como acontece en América Latina, África y Asia. También en su país con George Bush jr.

Un cáncer cerebral venció a los 77 años a este sensible heraldo de los irredentos, de las grandes mayorías unas con votos, otras sin él (los indocumentados), pero todos con voces y reclamos humanos elementales que Ted Kennedy cobijó como si fuesen apremios suyos en su palio umbrío, que intentó y pretendió fuese un bálsamo a las desventuras de tantos por tanto tiempo.

Una travesura juvenil de poner a otro a examinarse por él le valió su expulsión de Harvard, y realizado el servicio militar, 1951-53, el aristocrático centro del saber le condonó la censura y le readmitió, graduándose en Ciencias Políticas en 1956.

El accidente junto a  Mary Jo Kopechne que se ahogó en el río Chappakuidick en 1969 y del que se le acusó huir, se demostró luego que Ted Kennedy intentó desesperadamente salvar a la dama, pero que la torrentera del río crecido se lo impidió.

Fueron dos lunares en el rostro bello de una mujer, pero su legado se empina sobre esas minucias, su batallar por los indocumentados, elevar la educación, la salud gratuita a todos, el control de ventas de armas y el desarme, son referencias muy reveladoras del alma grande de Ted Kennedy.

Precisamente el control de armas nucleares y desarme, le marcaron con los poderes fácticos determinantes en los Estados Unidos, y él comprendió que la presidencia imperial le estaba vedada por quienes se conjuraron para asesinar a sus hermanos, el presidente JFK, a Robert, Procurador General, y que impedirán a Barack Obama concretizar un temario nuevo para un imperio resquebrajado por el unilateralismo y el desdén a 1os débiles y preteridos. Paz a sus restos.