En el artículo publicado el sábado 18 bajo el título de “Niñez y escuela, entre el rechazo y la aceptación”, la señora Tahira Vargas, basada en un estudio previo, presenta conclusiones equivocadas sobre el tema en cuestión. No discutimos los resultados netos del estudio, esto es, que a los niños les gusta más el patio, que salen de forma ruidosa y estrepitosa del centro educativo; lo cual es absolutamente real; de lo que disiento profundamente es de sus conclusiones precipitadas.
Disiento por considerarlas absurdas, porque en el tiempo reciente se ha puesto de manifiesto una tendencia de descrédito del docente en los medios y sobre todo porque conozco la escuela. En la escuela fui alumna en mi niñez y adolescencia y en ella he desarrollado toda una vida laboral. Es esta inolvidable experiencia la que me hace disentir.
El primer error de Vargas es atribuir la conducta violenta de los niños a los docentes, cuando es todo lo contrario: la escuela recibe niños violentos, maltratados, golpeados y muchas veces descuidados física y emocionalmente. Es el maestro y la maestra quien los escucha y aconseja, quien le dice que debe disculparse con los compañeros, y que no arrebate las cosas. El maestro lo enseña a compartir, a llevar una comida para celebrar fechas especiales; lo enseña a orar. Además si usáramos una analogía de sus deducciones concluiríamos que si un niño le gusta el parque de juegos, entonces es maltratado por sus padres.
No es la escuela donde se vuelven violentos. Pienso que la señora Vargas es ingenua si pasa por alto elementos generadores de violencia como la música y las películas que ven los niños y adolescentes, sin dejar de mencionar toda la violencia a la que crudamente están expuestos en los barrios en donde viven.
¿Hemos pensado que cuando los medios anuncian los feminicidios los docentes reciben a los niños expuestos a las tragedias familiares? ¿Cuando hablamos de auge de la droga y delincuencia hemos siquiera imaginado las amenazas y peligros a los que está expuesto el docente que presta servicios en centros suburbanos? ¿Con qué frecuencia los niños y adolescentes han sido violados o mancillados por un docente? ¿En quién confía una niña embarazada y quién la orienta primero? Pues deberían responder estas interrogantes los que ávidamente destruyen la reputación de la labor docente.
Su segundo error consiste en pasar por alto las etapas del desarrollo y sus correspondientes características, especialmente las vinculadas al juego (patio); esas que hacen que el profesor de educación física sea el preferido en todos los centros educativos. Estas mismas características son las que distraen al niño y lo alejan de la responsabilidad en los trabajos escolares y su correspondiente tiempo de aula.