El expresidente Leonel Fernández reforzó con detalles, que solo investigaciones profundas desvirtuarían su convicción de que desde antes de las votaciones y en el proceso de conteo y transmisión de datos del sufragio, hubo actos mal intencionados e intervenciones ilegales en línea para alterar resultados. Una conspiración para que perdiera la competencia, según sus palabras, ante las cuales ningún ente particular podría, en nombre de la sociedad, dirigirse al fondo de sus alarmantes afirmaciones. Datos hubo en su discurso retrasado hasta la mañana de ayer que entrarían en la categoría de señales de suficiencia para motorizar investigaciones no solo a partir de la Junta Central Electoral, sino del Ministerio Público que para los fines de delitos contra procesos de elecciones, está trunco por ausencia de una procuraduría especializada. Consecuencia esto de una falta de voluntad, riesgosa como se ve ahora que procede indagar aspectos cruciales para la legitimación de las conclusiones del proceso. No hay alternativa: debe asumirse la exigencia de procurar respuestas claras por los medios que contemplan las leyes a estos cuestionamientos que avivan preocupaciones por la institucionalidad. No procede dar por ciertas o inciertas absolutamente las aseveraciones del aspirante a candidato presidencial por el Partido de la Liberación Dominicana Leonel Fernández. Solo esperar que la verdad, que debe estar en algún lugar, sea llevada a flote.
Tragedias que nunca faltan
Con dureza implacable, la desdicha de vivir en un país de autoridades y leyes demasiado flexibles en materia de tránsito tiene consecuencias luctuosas en cada fin de semana. Morir en grupo, a veces como familia, por imprudentes rebases u otras temeridades, hace doblar campanas y resulta difícil preguntar por quién. El caos vial es una amenaza para todos los cuerpos en movimiento. Cualquier encuentro casual con el irrespeto enlutuce sin ver a quién.
Una racha incontenible que parece el resultado de cegueras e inconsciencias en el seno mismo de la sociedad. El eco de las desgracias cotidianas que tan democráticamente llega a todos por expansión mediática y de redes no inyecta temor a correr la misma suerte ni inspira moderación en mucha gente al volante ni el desafiante mundo de motociclistas que no se arredran.