Restos de Santana

Restos de Santana

Para evitar posibles encasillamientos debo confesar que soy Académico de la historia y Miembro de Número del Instituto Duartiano, y, además, autor de la obra “Duarte en la Historiografía Dominicana”, tal vez la más voluminosa antología conocida acerca de la vida y la obra del Fundador de la República, por lo tanto lo único que me mueve al escribir estas líneas es tratar de poner en buen recaudo  la razón ante el sectarismo.  Lamento que profesionales con reconocida competencia, a quienes admiro y respeto, no hayan sido, suficientemente ecuánimes en una discusión que a nuestro modesto entender discurre matizada de una especie de bizantinismo de nuevo cuño.

 Resulta insólito que en las actuales circunstancias, en el Congreso Nacional se agoten largas jornadas discutiendo si deben o no permanecer en el Panteón Nacional los restos del general Pedro Santana Familia, tal vez con la intención final de devolverlos a un oscuro rincón de su otrora poderosa hacienda El Prado.  Se trata del héroe del 19 de marzo (1844)  y de Las Carreras (1849).  En fin, el hombre que con su espada y su reciedumbre salvó en el sur la obra redentora de Juan Pablo Duarte y Diez.

 Es bien sabido que Santana fue el gestor y ejecutor del draconiano Artículo 210 de la Constitución de San Cristóbal, guiado por su Alter Ego, don Tomás Bobadilla y Briones.  Sabemos también todo lo que sucedió después con la despiadada consigna:  “A verdad sabida y buena fe guardada”

 Ahora bien, ¿eran inocentes todas las víctimas del referido artículo?.  Sirva de ejemplo el movimiento conspirativo de 1555, que tuvo como epicentro precisamente El Seybo, feudo indiscutible del implacable general.  La víctima más relevante en ese lamentable episodio fue el héroe de El Número y El Memiso, Antonio Duvergé.

 La disputa a favor y en contra del general Santana se inicia con el nacimiento de la República, inclusive se ha cuestionado su capacidad militar, a pesar de haber sido el vencedor en aguerridas contiendas, contra dos presidentes haitianos:  Charles Herard y Faustin Saoluque, quien después de la derrota de Las Carreras en 1849 se hizo coronar Emperador.

 Antes que se produjera la célebre Controversia de 1889, promovida por los periódicos El Eco de la Opinión y El Teléfono, y sustentada por las prestigiosas plumas de don José Gabriel García, desde El Teléfono, y el licenciado Manuel de Jesús Galván, desde El Eco de la Opinión, Alejandro Angulo Guridi y Feliz María del Monte, habían establecido sus diferencias en torno a Pedro Santana y Buenaventura Báez, con la competencia que los caracterizó.  Esto puede apreciarse en las publicaciones donde estos dos competentes intelectuales descargaban el peso de sus diferencias políticas.

 Otras publicaciones que nos ilustran acerca del discutido tema que dilucidamos son:   Antecedentes de la Anexión a España (1955);  Relaciones domínico-españolas (1956);  Hojas de Servicios del Ejército Dominicano (1844-1865) (1968);  Papeles de Santana (1452), obras pertenecientes a la invaluable Colección Rodríguez Demorizi, así como también Antecedentes Históricos y Sociológicos de la Anexión a España (1929), del licenciado  Manuel Arturo Peña Batlle.

 Cuando el 18 de mayo de éste año el Congreso Nacional, presidido entonces por el que sería su futuro rival político, Buenaventura Báez, le confiere a Santana el título de “Libertador de la Patria”  y dispuso, además, que su retrato, costeado por el Estado, se colocara en el Palacio Nacional junto a los de Colón y Juan Sánchez Ramírez.

 El artículo 2 del histórico decreto le asigna también el “Cargo de General en Jefe de los ejércitos de la República”, así como la donación de la casa que habitaba en la calle de El Conde.  En el furor de la glorificación, Santana fue llamado “el Napoleón Dominicano”.  En fin, su nombre sonó lleno de gloria en toda la República, aunque este inusual festejo no lo liberó posteriormente, de las inquinas políticas generadas en su contra, al parecer por sus drásticas medidas durante el ejercicio del poder y que provocaron la ruptura con Buenaventura Báez, su rival político de mayor influencia durante el turbulento período de la primera República (1844-1861), en el que Santana fue, con sus luces y sus sombras, el mayor protagonista.

 El 26 de mayo de 1854, el Senado le concedió a Santana  el usufructo durante   50 años de la Isla Saona. Fue también en el 1854 cuando por la inminente invasión de Soulouque, Santana volvió a tomar la dirección del “ejército libertador”,  y designó al general José María Cabral, Jefe de la Frontera.  El 28 de septiembre del citado año salió para el sur en compañía del general Antonio Abad Alfau y  el 22 de diciembre, del mismo año Cabral vence a los haitianos en la batalla de Santomé.  Como resultado de las exitosas operaciones llevadas a cabo por Santana en el Sur, una Comisión del Senado Consultor llegó a Azua el 31 de diciembre, con el encargo de felicitar a Santana y al ejército libertador por su triunfo en contra de los haitianos.  El 4 de marzo de 1856 Santana regresó victorioso del Sur luego de permanecer varios días estacionado en los alrededores debido a la oposición del Presidente de la República, general Manuel Jimenes, quien fue asediado y  se vio compelido a declinar la presidencia ante la aplastante popularidad del vencedor de Soulouque, y al que  pudo enfrentar.

En efecto, tras vencer la actitud de Jimenes, Santana entró victorioso a la ciudad el 30 de mayo de 1850, y el depuesto mandatario cargado de familia, 10 hijos y al parecer  sin recursos, se vio agobiado por la más “espantosa miseria”, y fue acogido en Haití por el Emperador Soulouque hasta su muerte el 24 de diciembre de 1854.

El 11 de mayo del citado año 1856, Santana renunció a la Presidencia de la República aludiendo problemas de salud.  El 25 de junio, el Senado le asigna una pensión vitalicia de 2000 pesos fuertes anuales.  Vuelve a ocupar la Primera Magistratura del Estado Buenaventura Báez.  La Asamblea Popular acusa a Santana de conspirador, decisión avalada por el Senado que lo declaró “en estado de acusación”, tanto en su calidad de ex–presidente como de General en Jefe de Estado Mayor del Libertador y general en Jefe de los Ejércitos de la República, prerrogativas que le habían sido conferidas en 1851.  En esa condición fue requerido por el Consejo de Ministros para que se presentase en La Capital, y   para darle cumplimiento a esta orden fue designado el general José María Cabral.  Fue conducido desde El Seybo a la Fortaleza Ozama donde recibió, ironía del destino, especiales atenciones por parte del Comandante de Armas, general Francisco Sánchez del Rosario, a quien Santana le había fusilado una tía y un hermano.

En síntesis

Un personaje controversial

La disputa a favor y en contra del general Pedro Santana se inicia con el nacimiento de la República, inclusive se ha cuestionado su capacidad militar, a pesar de haber sido el vencedor en aguerridas contiendas contra dos presidentes haitianos: Charles Herard y Faustin Saoluque.

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