Las autoridades no han logrado un control policíaco efectivo sobre los focos de escándalo y exacerbación de conductas con aglomeraciones ruidosas a causa del exceso de alcohol expendido en los llamados colmadones, cuyas clientelas a veces invaden sin consideración espacios públicos más allá de sus límites. Esa transgresión de establecimientos tradicionalmente autorizados solo para vender comestibles ha negado paz a vecindarios y ha fomentado la violencia contra la sociedad. Por eso la restricción de horas para el despacho y consumo de bebidas en tales sitios y otros negocios causó una disminución en el registro de riñas, homicidios y diversas alteraciones del orden relacionados con la ingesta irresponsable.
La posibilidad de que la Secretaría de Interior y Policía promueva la discusión de una ley que permita reducir aún más los horarios nocturnos que dan pie a los trastornos originados por los colmadones a ciudadanos de muchos sectores urbanos, incluyendo áreas residenciales de familias pudientes, ha de ser recibida seguramente con total simpatía por la mayoría de los dominicanos que extrañan con alarma la ausencia de políticas que eliminen los incentivos al consumo excesivo de bebidas espirituosas, que no son más que drogas legalizadas. De la forma en que ese consumo tiene relación con la violencia hablan las estadísticas.
Que el diálogo sirva de algo
Hablar de transporte público en Santo Domingo es referirse en gran medida a caos e ineficiencia, con excepción del Metro -exquisitez costosa y prematura- y de la Omsa, una entidad atrapada en precariedades. Es lógico que de las alzas petroleras transferidas al consumidor se diriven aumentos a los pasajes que cobran los operarios privados a menos que se establezcan medidas compensatorias que tomen en cuenta sus costos. El encarecimiento de combustibles debe ser analizado por autoridades y por unos transportistas que suelen mostrarse demasiado intransigentes.
Aplaudimos que las autoridades del área se decidieran por una negociación sin exclusiones, apartándose de una tradición de solo tratar con sindicalistas subordinados por favores a las directrices oficiales. Dejen de lado, por una vez, posiciones obcecadas. Discutan con inteligencia y flexibilidad en el encuentro entre las partes propuesto para mañana.