Resurgimiento del reformismo

Resurgimiento del reformismo

Por extraño que parezca, las condiciones están dadas para el resurgimiento del reformismo como corriente de pensamiento y praxis política masque cualquiera otra de las establecidas con posibilidades en nuestra nación.

Todas las corrientes genuinamente democráticas estamos en obligación de  preservar nuestra dominicanidad y ordenamiento político vigente, perfeccionándolo para rescatarlas el enorme lastre  fiscal y económico y la degradación social, moral e institucional que la sumió el pasado gobierno; lo cual implica adoptar oposición constructiva que el reformismo ha encarnado más que ninguna otra corriente. La gradualidad del proceso, sus políticas y programas constituyen respuestas efectivas a déficits y degradaciones similarmente observados  en el pasado.

La oposición reducida a vocinglerías formales y mediáticas pero envueltas en connivencia y complicidades inter-partidarias, debe desterrarse por implicar doble moral perjudicial a la credibilidad del sistema y de los partidos mismos; e impulsar un ejercicio responsable desde la posición que cada quien se encuentre, apoyando lo beneficioso y rechazando efectivamente lo perjudicial. Ello conlleva abandonar prácticas ambivalentes como rechazar públicamente propuestas gubernamentales para  terminar sancionándolas a alto precio pagado por contribuyentes y agentes económicos. Una oposición ambivalente resulta tan perjudicial como un simulado espoleo “opositor”.

La corriente política más emblemáticamente opositora encarnada en el PRD no ha podido disipar su gatería restante de calificaciones sobre su capacidad de gobernar mientras consolida su imagen de discapacidad para defender triunfos alcanzados. Ej.: lo ocurrido en las pasadas elecciones  pre-abonado por experiencias de 1986 y 1994.

Ciertamente el PLD ha sabido hacer honor a la máxima de “lavar la ropa sucia en casa”,  aunque los conflictos soterrados tendrán como límite el impostergable encaramiento de la irresponsabilidad fiscal y la corrupción del gobierno precedente.

Las posibilidades de partidos emergentes en torno a personalidades destacadas carecen de precedentes exitosos. Prohombres de gran prestigio y ascendencia, con simpatías ciudadanas, han intentado conquistar el poder sin concitar caudales electorales mínimamente competitivos. Bastaría recordar incursiones de expresidentes provisionales,  Bonelly y García-Godoy, así como temples como los hermanos Amiama Tió y César Estrella Sadhalá.

Las protestas sociales recientemente escenificadas en contra de la reforma tributaria y para aguijonear al gobierno a castigar irresponsabilidades fiscales y corrupción, suele ser vista por algunos como posibilidad de integrar una acción apartidista  alternativa; pero no deja de constituir un espejismo al ponderar intentos pasados similares involucrando movimientos cívicos en proselitismos partidarios. La espontaneidad y diversidad de propósitos que caracterizaron la hermosa y exitosa experiencia reciente de protestas sociales refuerza las aprehensiones sobre su viabilidad.

Estamos pues ante una excelente oportunidad para el resurgimiento de un reformismo como doctrina y praxis en beneficio de una nación que lo requiere.

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