Resurrección, cultura y transformaciones

Resurrección, cultura y transformaciones

¡Resurrección! Asombro ante lo incomprensible. Conmemoramos hoy domingo el luminoso cierre de la semana terrible de la Pasión de Jesús, el Cristo; conmemoramos, repito, la victoria de lo portentoso y trascendente sobre la cruda y amarga realidad del proceder humano, movido por pasiones egoístas y crueldades descomunales.

Me apenan los incrédulos, que dudan de los prodigios, a pesar de que todos estamos viviendo sobre un punto, menor que un grano de arena en el espacio sideral, y que la ciencia, día a día, descubre parte del prodigio que es la vida en toda su amplitud.

La Resurrección de Cristo es luz de esperanza en realidades que están más allá de nuestra comprensión, es esperanza en posibilidades de resurgir de las negruras de la forma de muerte que constituyen nuestras actitudes malignas, tanto para los otros como para uno mismo.

Estos tiempos tan insensatos, que aplastan nuestro país hasta extremos desconcertantes, pueden y deben ser superados con una transformación, una Resurrección de lo que podríamos llamar la macroconducta nacional. Un nuevo y masivo reordenamiento de valores, donde la decencia, el honor, el pudor y el patriotismo ocupen lugares preeminentes.

Se trata de una reorientación de la cultura nacional en sus aspectos más íntimos.

¿Ilusiones? ¿Utopías?

Tal vez, pero es necesario recordar que todas las transformaciones que se han producido en el mundo son consecuencia de actitudes y disposiciones mentales ilusas y utópicas. ¿Por qué perder la esperanza en que nuestro país, donde se inicia el Nuevo Mundo, pueda ser también primero en un cambio masivo de actitud, y resurgir, resucitar, de las tinieblas de la inconducta, para elevarse y alcanzar las luces que brotan de los valores nobles y positivos?

No se suele tener en cuenta que la cultura tiene una base espiritual. No se trata de una acumulación tediosa o enervada de datos específicos, se trata de las modificaciones internas a que pueden llevar los conocimientos bien digeridos.

Ortega y Gasset insistía en que la cultura era en el fondo «un movimiento natatorio», un movimiento de nadar en el proceloso mar de la existencia sin hundirse.

Esto implica un movimiento continuo. Dentro de esa idea, la inercia, la ausencia de movimiento, significa hundimiento, ahogamiento, muerte. Urge que los dominicanos despertemos del letargo, que no nos dejemos aplastar por el visible éxito de los corruptos, los irresponsables, los delincuentes que permitimos que nos atropellen impunemente. Ya ni siquiera las voces indignadas resuenan. El ladrón es un gran señor si ha robado millones y goza de apoyo de los Poderes de Estado. Después de la Revolución de Abril del `65, el pueblo llano quedó muy decepcionado con los resultados. Los más idealistas perdieron la vida o quedaron en la indigencia. Muchos importantes personajes pactaron a su conveniencia. Unos siguieron una línea idealista que resultó errada, como el Coronel Caamaño y otros que le siguieron, ignorando que aquí no se había operado un proceso de cambio capaz de darles apoyo.

Lo lamentable es que buena parte de esos valores negativos todavía están vigentes …y en buena salud.

Pero como implicaba Ortega, todo se mueve….o se hunde, se muere.

Sea este tiempo en que tenemos fresco el prodigio de la resurrección, tiempo adecuado para movernos hacia valores positivos, hacia correcciones de males antañones, no por obligada sumisión a una fuerza tremenda como fue la que ejerció Trujillo para lograr una disciplina nacional bajo el miedo, sino para lograr una transformación interna, basada en convicciones sensatas, dirigida al bien de la Nación.

Creo que a pesar de aquello de que «el mal comío no piensa», nuestras grandes masas agobiadas en la indigencia se resistirán al mantenimiento del actual estado de cosas, del Status quo.

Es tiempo de resurrección.

Diría más. Es tiempo de nacimiento.

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