Retirarse dignamente

Retirarse dignamente

Ted Williams, uno de los más grandes beisbolistas de la historia del deporte de Estados Unidos, supo retirarse a tiempo. Justo cuando conectó un enorme cuadrangular y su promedio de bateo estaba bien por encima de .300, el antipático Ted se quitó la gorra y saludó al público, cosa esta que no acostumbraba hacer.

Pocos imaginaron que, en su momento de mayor gloria, siendo el único que había sobrepasado el promedio de bateo de .400 en el béisbol moderno, se estuviera retirando del deporte que le daba gloria y le pagaba el más alto salario entre todos los jugadores.

Contrario a Ted Williams, el mejor jugador de todos los tiempos, Willie Mays, no fue capaz de darse cuenta cuándo debía retirarse del deporte en el que había sido “el más grande”. Willie terminó su carrera dando tumbos y haciendo ridículos por Japón y otros países donde el béisbol era de categoría baja.

Los dominicanos no hemos aprendido cuándo ni cómo retirarnos de las actividades que realizamos. De ahí los grandes descréditos de los personajes que en algún momento fueron exitosos. Sólo hay que ver los casos de Juan Bosch y de Joaquín Balaguer, quienes persistieron en tratar de liderar cuando ya ni sus respectivos cerebros y cuerpos respondían en lo absoluto. Nunca se retiraron y llegaron a convertirse en caricaturas de lo que siempre habían sido. La memoria que dejaron entre todos sus simpatizantes no fue la del líder enérgico y exitoso, sino la de los ancianos incapaces de valerse por sí mismos, de los cuales se burlaban a escondidas.

El asunto viene a colación porque estamos llegando al momento en que el doctor Roberto Cassá ha decidido no seguir ocupando la posición de Director del Archivo General de la Nación. A Roberto le hace bien retirarse de ese cargo cuando su prestigio está en lo más alto. El Archivo ha sido una honrosa y meritoria excepción en el actual gobierno donde predominan instituciones mancilladas por la corrupción y el desorden. Por ser distinto, por ser diferente, El Archivo con Roberto Cassá ha tenido que sufrir los embates de envidiosos saboteadores que vieron frustrados sus perversos intentos de hacerlo fracasar. Debido a la fortaleza de los principios con que se manejó esa institución pudo resistir el chisme y las bajezas que tanto abundan en el ambiente de la politiquería.

Tenemos que entender que el Archivo General de la Nación no es Roberto Cassá. Esa institución es la memoria indispensable de la nación dominicana en la que se ha logrado formar científicamente un equipo de gente dedicada. Hombres y mujeres con la capacidad para asimilar el estilo que sus directivos lograron transmitirles, donde predomina el sentido de servicio público y de ética profesional. Cassá y su equipo lograron borrar los nefastos recuerdos y las prácticas de tiempos pasados en la que los Directores de El Archivo sustraían a escondidas documentos históricos, ya para satisfacer egos, ocultar acciones delictuosas desde el servicio público o comerciar fondos históricos con coleccionistas.

Justo es reconocer el apoyo que el presidente Leonel Fernández le ha dado al Archivo General de la Nación mientras estuvo bajo la dirección de Roberto Cassá. Para ello, el Presidente de la República tuvo que pasarle por encima a los celos de algunos funcionarios del Ministerio de Cultura, organismo del cual depende orgánicamente esa institución, quienes en diversas ocasiones intentaron obstaculizar los proyectos que allí se generaban.

Ojalá que cuando Roberto Cassá se ausente de la Dirección del Archivo General de la Nación, no suceda como, por ejemplo, con la Autoridad Metropolitana de Transporte que, de joyita del servicio público, pasó a ser una rémora ineficiente, corrupta e incapaz de la Policía Nacional.

Ojalá que los funcionarios que ahora sean designados para dirigir el Archivo General de la Nación reciban el mismo apoyo que han disfrutado, hasta ahora, desde el Poder Ejecutivo. Y que sean capaces de preservar el equipo humano y tecnológico que allí se ha instalado, de manera que puedan darle continuidad a lo que Roberto Cassá hizo durante los ocho años recientes.

Para que tanta organización, progreso, esfuerzo y conciencia no se disuelvan como sal en agua.

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