Reto a dos países

Reto a dos países

Adentrarse con éxito en este siglo XXI  que apenas comienza es un reto y una oportunidad para los habitantes de la isla que dominicanos y haitianos comparten.

Debe tomarse muy en cuenta que a uno y otro lado de la frontera existe  una deplorable acumulación de la llamada deuda social. Aun cuando la población de esta parte oriental de La Hispaniola ha crecido, y la economía también,  dos objetivos sociales pendientes  reclaman de atención y empeño.

En República Dominicana persiste una  aguda desigualdad en la distribución del ingreso asociada a un insatisfactorio desarrollo del recurso humano.

Ya en el presente y sobre el futuro gravita la presión  de la pobreza padecida por un amplio sector de la población; más la que, en mayor medida incluso, origina en Haití  una emigración  que pone a República Dominicana a cargar con una parte de las consecuencias del subdesarrollo de sus vecinos.

Frente a esa realidad, y con una geografía binacional que alcanza ya los 20 millones de habitantes, el director de la Oficina Nacional de Estadísticas, Pablo Tactuk,  expresó  una razonable advertencia: la demografía no tiene que preocupar a los habitantes de esta isla. Lo que debe hacerse es aceptar el reto de fortalecer las economías para que los bienes que generan alcancen para todos.

Entendemos que fortalecer la economía implica diversificarla y acrecentar el Producto Interno  Bruto. Significa, además, como algo inevitable, integrar a un gran número  de dominicanos y haitianos a la producción en sus propios territorios.

El logro de estas metas requiere la previa optimización de las infraestructuras para crear una  mejor acogida a las inversiones y proyectos de desarrollo agrícola e industrial.

II

Con menor territorio que este, otras naciones del mundo con poblaciones más numerosas, satisfacen a plenitud sus necesidades, además de que en algunos casos disfrutan de superávits comerciales, gran acumulación del ahorro nacional y escasos índices de pobreza y analfabetismo.

La generación de riqueza y la obtención de bienestar para las colectividades no tiene que depender significativamente de la abundancia de recursos naturales y espacio.

La verdadera riqueza de todo país la producen sus ciudadanos; esos que por una cuestión de dignidad merecen depender siempre de Estados justos, capaces de promover la formación  y calificación de quienes están bajo sus banderas.

Este país debería tener en marcha desde hace tiempo un plan nacional de desarrollo con metas de mediano y largo plazos  que los políticos no se atrevan a irrespetar por mezquindades y sed de poder.

El destino dominicano, ligado territorialmente   al de Haití, obliga a tratar de influir desde aquí para el logro de un orden social más favorable al desarrollo al otro lado de la frontera.

La gran incógnita está  en que aun siendo factible que los haitianos mejoren su realidad, sigue siendo imprescindible el concurso vigoroso de la comunidad internacional para lograrlo, lo cual  República Dominicana debe reclamar permanentemente.

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