En mal momento falla el país estructuralmente con deplorable incapacidad de generar electricidad estable y abundante en apoyo a la producción y al desarrollo de nuevos medios para generar riquezas que serían posibles por alzas sin precedentes en la llegada de inversión extranjera directa con un turismo puntero en América Latina solo superado por destinos como México y Brasil. Auges que desafían al mercado laboral a colocar más y más mano de obra calificada; lo que a simple vista resulta difícil para una nación que por casi once años ha desaprovechado un esplendido 4% presupuestal para la educación. Fallo enorme para la creación de un gran capital humano que tiene que iniciarse con los aprendizajes básicos. Tan fallido se ha estado que en comienzos de año escolar lo que más se hace notar es que las aulas públicas no alcanzan para la demanda y hoy todavía está en veremos hallar de urgencia suficientes cupos en escuelas privadas para miles de estudiantes.
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Fracasos que no se compadecen con este clima de seguridad jurídica e institucional que rinde frutos impresionantes a la economía generándole en pocos meses 238,972 nuevos empleos (encuesta del Banco Central) al tiempo que se propició un curso ascendente de post pandemia que ha convertido a las zonas francas dominicanas en las de mayor expansión regional y avances hacia el uso de altas tecnologías. Está claro que el país atraería más inversiones con trabajadores más tecnificados; muchos de los cuales emigran después de la gruesa inversión del país en formarlos.