Retorno de la barbarie a la UASD (1 de 2)

Retorno de la barbarie a la UASD (1 de 2)

MARIO BONETTI
El pasado viernes 17 de febrero ocurrió algo en la Universidad Autónoma que a semejanza del retorno que vemos hoy de las viejas enfermedades o epidemias crónicas del pasado, consideradas desaparecidas en sociedades desarrolladas, como la tuberculosis y la malaria, indica que el cuerpo de esta Institución no llegó nunca a curarse de la crónica enfermedad del vandalismo que la enfermó en años anteriores.

1. Los hechos. A las 5 pm del viernes 17 irrumpió en la nueva y supermoderna biblioteca Central Universitaria una banda de alrededor de cien forajidos vociferando «abajo» algo, tocando un tambor y sonando monótonamente una corneta con el mismo tono.

Los forajidos protestaban airadamente debido a las exigencias impuestas por las autoridades para usar las instalaciones de la nueva y costosa biblioteca construida y adornada por un valor de veinte millones de dólares, lo que es sin duda alguna un grandísimo logro del gobierno de Leonel Fernández. Dos de dichas exigencias son las siguientes: Aprender primero a buscar las informaciones deseadas por los usuarios por medio de las computadoras antes de entrar a las instalaciones y estar vestidos «decorosamente».

Los grupos partidistas que allí operan y que para sus movilizaciones no pueden mover ni siquiera el _% del total de estudiantes, se sintieron atacados con la ejecución de estas exigencias y para demostrar oposición a estas, ante todo la de vestirse decorosamente, asaltaron el edificio en estado de «desnudez», apenas cubiertos por un calzoncillos. Una vez en el interior los «líderes» (¡) pronunciaron en el mejor estilo de las décadas de los años 1970-1980, o sea, patéticamente y con la mímica y el dramatismo gesticular de la oratoria de barricadas, discursos aregando a las «masas» a no cumplir con las exigencias de la Biblioteca, la una propia de la sociedad de la información y la otra del decoro universitario.

2. La explicación. En el primer plano que significa las explicaciones declaradas en la vocinglería de que combatían la satisfacción de ambas exigencias por ser «elitistas, vemos con ojos científico-sociales dos niveles de motivaciones; el nivel de los aparentes motivos para agredir la Biblioteca que son las quejas que llevan algunos (as) estudiantes por ante los «líderes» de que no fueron admitidos (as) en la Biblioteca por no querer o no poder satisfacer las exigencias ya indicadas, y como los «líderes» tienen que legitimarse por ante los estudiantes para ser elegidos, aclamados o reelectos, actuando en sentido de las quejas de sus clientes, pronto los vemos dirigiendo la irrupción violenta en la Biblioteca. Pero por el otro nivel de las «causas profundas» vemos la dimensión del suceso que traduce el hecho de que estos grupos partidistas han sido desplazados del primordial lugar que ocuparan en la susodichas décadas y que, como ya se dijo, no están en la agenda de los estudiantes.

Pero podríamos hallar algo más en el plano «profundo».

Estos grupos albergan, en calidad de activistas, a las capas de jóvenes de ambos sexos de menor o de pésima educación escolar, hecho este que traduce la miseria del bachillerato público para pobres, o para jóvenes en condición de pobreza, y que, además entran indebidamente a la universidad, o sea, sin tener condiciones para hacer exitosamente una carrera universitaria debido a la política demagógica de todas las administraciones universitarias, las de hoy y las de ayer; con otras palabras, debido a la política del «entren to», que es igual a una política de abrir las compuertas del sumidero original donde se moldea cultural y educativamente esas capas de la juventud dominicana pobre.

No tiene por tanto nada de sorprendente que dicho trasfondo social y cultural, constituido por sus familias y su entorno barrial, se convierta en una desventaja para asimilar las exigencias científicas de una carrera universitaria exitosa, y por derivación de ello, para poder cumplir con las exigencias de las autoridades para usar las instalaciones de la Biblioteca, que son exigencias de la sociedad de la información.

No está demás señalar que las condiciones impuestas para poder acceder (no debe ni decirse ni escribirse «accesar») a las instalaciones de la Biblioteca son percibidas por los grupos partidistas y sus «líderes» como la constancia de su desplazamiento de posiciones anteriores de protagonismo, pues la nueva Biblioteca, y tal vez futuras obras de ese estilo, ya no está al alcance de la influencia de dichos grupos, como lo fue en el pasado cuando nada en la Universidad escapaba a la influencia de estos sectores ígnaros de la Institución.

Si los actos fallidos propician reacciones de violencia (Freud), la violencia física de estos grupos y sus dirigentes es la vía más eficaz para hacerse recordar y para que se les tenga en cuenta.

Cuando los muy valientes y meritorios y pocos empleados de la «seguridad» de la Biblioteca quisieron desde las escaleras impedirles el acceso a los pisos superiores, en las mismas escaleras fueron agolpeados por los «dirigentes», cayéndome un empleado a mis pies que fue arrojado al suelo desde la escalera derecha por los golpes recibidos, o sea, yo fui testigo audiovisual.  

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