Retos de Evo

Retos de Evo

ROSARIO ESPINAL
Contrario a los vaticinios de que ningún candidato obtendría la mayoría absoluta en las elecciones bolivianas, Evo Morales del Movimiento al Socialismo (MAS), recibió un 54% de los votos y tomó posesión como presidente el 22 de enero. Es un hecho trascendental para Bolivia por varias razones.

Es la primera vez, desde la transición a gobiernos civiles en 1982, que un candidato obtiene la mayoría absoluta y es elegido directamente por el pueblo, no por el congreso, como estipula la constitución boliviana cuando ningún candidato obtiene esa mayoría. Es la primera vez que un candidato indígena gana las elecciones presidenciales. Es la primera vez en el período democrático que un líder de izquierda llega al poder.

Para llegar a la presidencia, Evo Morales transitó un camino pedregoso. Enfrenta ahora grandes retos que emanan de la pobreza y desigualdad que caracterizan a Bolivia, la inestabilidad política que ha marcado la historia del país, y su propio liderazgo controversial de oposición a la política de erradicación de coca, al imperialismo y al neoliberalismo.

Una mayoría electoral da legitimidad y estabilidad inicial al nuevo gobierno. El candidato opositor Jorge Quiroga, del partido Poder Democrático y Social (PODEMOS), había pedido al pueblo boliviano una mayoría absoluta para poder gobernar, pero el electorado decidió dársela a Evo Morales.

El gobierno del MAS cuenta también con una mayoría propia en la Cámara de Diputados y una mayoría negociada con dos partidos minoritarios en el Senado. Con ese mandato popular se pone a prueba el discurso transformador que dimensionó la figura política de Evo Morales y contribuyó a llevarlo al poder.

En Bolivia, alrededor del 60% de la población es de origen indígena, el 64% vive en la pobreza y el 40% vive con aproximadamente un dólar al día. Muchos pobres son indígenas que históricamente han habitado el altiplano, pero que en busca de mejoría se han mudado a las tierras del valle y el llano.

Desde los años 80, y sobre todo en la presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada en los 90, se impulsaron políticas neoliberales y de apertura a la inversión extranjera para promover el desarrollo, pero se agudizaron las desigualdades socioeconómicas y se trastocó más el orden tradicional boliviano de segmentación geográfica y social.

Ante las reformas económicas que no generaron mejoría para la mayoría, los indígenas empobrecidos aumentaron su capacidad de movilización en zonas como El Alto, aledaña a la Paz. Eso hizo difícil la estabilidad de los gobiernos recientes, con dimisiones de Sánchez de Lozada en el 2003 y Carlos Mesa en el 2005.

Conjuntamente con las medidas neoliberales, Estados Unidos impulsó una política de erradicación de cultivo de coca, que agudizó la pobreza y el desplazamiento de poblaciones indígenas. Esto contribuyó al crecimiento del movimiento cocalero, donde Evo Morales desarrolló su capital político bajo la consigna de que la coca es un producto natural y milenario de consumo indígena que no debe erradicarse sino comercializarse.

Otros temas que motivaron fuertes luchas sociales en años recientes son el agua y los hidrocarburos. La privatización del agua y el aumento del costo del servicio provocaron furia en distintas comunidades empobrecidas que se levantaron en protesta.

En 1997, la nueva Ley de Hidrocarburos facilitó la inversión extranjera en ese sector, pero pocos años después fue repudiada por muchos bolivianos y modificada en el 2004 para aumentar los beneficios que Bolivia recibe de las compañías extranjeras, entre las que hay europeas, norteamericanas y brasileñas. Como resultado, la inversión extranjera disminuyó.

Los retos inmediatos del gobierno de Evo Morales vendrán de tres frentes principales.

Primero, las presiones de su propia base social para que el gobierno realice reformas que mejoren las condiciones de vida de la población empobrecida. Segundo, las negociaciones con las compañías de hidrocarburos para restablecer la inversión y producción. Si el gobierno cierra la puerta a las compañías multinacionales establecidas en el país y se la abre a Venezuela, tendrá problemas con Estados Unidos, Europa y quizás Brasil. Tercero, es probable que continúen las presiones autonomistas en las zonas más prósperas y de menos población indígena, como Santa Cruz, con fuerte élite local.

En el posicionamiento de estos temas y las luchas de intereses, el discurso político de Evo Morales jugará un papel importante, así como los aliados internacionales que escoja para impulsar sus programas.

Que Evo haya llegado a la presidencia de Bolivia es de importancia para los pueblos indígenas que luchan en varios países latinoamericanos por su inclusión socioeconómica y política. Su reto ahora es mejorar las condiciones de vida de la mayoría indígena boliviana, en relativa armonía con el resto de la población, sin quedar atrapado en los crecientes antagonismos regionales e internacionales.

Después de las ceremonias inaugurales en Tiwanaku, La Paz y Sucre comienza el trabajo difícil de mantener las esperanzas y resolver grandes problemas.

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