Nuestros institutos armados son los señalados por la Constitución con la delicada misión de preservar la independencia e integridad de la República, mantener el orden público, sostener la Constitución y las leyes e intervenir en todos las órdenes impartidas por el Presidente de la República, que es su supremo comandante en jefe.

La semoviencia de los aconteceres y los tiempos modificaron la esencia de nuestros institutos armados en 1916 y 1965 cuando los Estados Unidos invadieron nuestro suelo patrio, idéntico ha acontecido en muchos países, Afganistán e Iraq, dos ejemplos recientes de la afrenta imperialista.

Las FF. AA. siempre han resultado ser como los líquidos para los envases, obedeciendo a los designios en repetidas ocasiones non sanctos de los políticos, que han desvirtuado la esencia de su creación y funciones en la sociedad.

El tema de nuestros institutos armados siempre tiene gran vigencia por el rol que desempeñan en nuestra sociedad, su labor en la frontera con Haití, objeto de comportamiento cuestionable por el trasiego permisible de nacionales haitianos indocumentados, mercancías, armas y drogas y las patrullas mixtas con la PN.

Los gobernantes desde el presidente Joaquín Balaguer hasta el actual Danilo Medina, vienen involucrando a nuestros militares en la guerra contra las drogas, un flagelo que precisamente ingresó al país con la segunda intervención de Estados Unidos en 1965, problema principal de ese país que es el mayor consumidor de todo tipo de drogas prohibidas.

El último sondeo de Barómetro Latinoamericano insertado en este diario el día diez revela que nuestros institutos armados disponen de una confianza en la ciudadanía de un 58%, superado por la Iglesia Evangélica un 62.1%, Iglesia Católica 67.4% y prensa 72%. Vamos bien almirante Sigfrido Pared Pérez.