Retrato de la desconfianza

Retrato de la desconfianza

El día después de salir del poder, un expresidente es un ciudadano con bastante fragilidad. La lógica de las fuerzas victoriosas se empeñan en pulverizar sus ejecutorias desde el momento en que el favor electoral conduce por los senderos de la victoria al sector opositor. De terrible impacto resulta la sucesión de uno de los suyos que, al instante de ceñirse la banda en su pecho, comienza su inmediato proceso de construir su “legado”. Aunque resulte fastidioso recordarlo, pero Calígula designó a su caballo para la sucesión. ¿Acaso conocía las amarguras y villanías del poder? Ramón Cáceres y Horacio Vásquez tenían un lazo de familiaridad que sirvió eficientemente a las tareas que el 26 de julio de 1899 terminaron en Moca con la vida de Ulises Heureaux. Martín de Moya encabezó una corriente alternativa a la de José Dolores Alfonseca, con la intención de borrar del mapa de posibilidades políticas a un dirigente de singular importancia dentro del Partido Nacional, sin darse cuenta que abrían el escenario al dictador Trujillo, arquitecto de una maniobra capaz de habilitar las posibilidades del Partido Republicano y Rafael Estrella Ureña para hacer en 1930 un escenario “revolucionario” al servicio de una causa políticamente funesta. Después de tres décadas de ignominia, el experimento democrático de diciembre de 1962 le asignó un torrente de votos a Juan Bosch, pero antes de su indiscutida victoria, Buenaventura Sánchez pretendió exhibir sus intenciones antes de tiempo, y detectado por el ilustre caudillo del PRD, se le despojó de la candidatura vice-presidencial ganada por el voto de las bases. Augusto Lora, caminó por todo el país orquestando la viabilidad del Partido Reformista bajo el acuerdo de que tendría en sus manos la máxima aspiración de su organización para el año 1970. Lamentablemente, Joaquín Balaguer disolvió el proyecto de su compañero de boleta en 1966. Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta, José Francisco Peña Gómez encabezaron disputas desbordadas porque sus proyectos políticos se redujeron a pujas internas marcadas por intrigas y falta de contenido que, si bien es cierto garantizó ascensos al poder, estableció las bases de una desconfianza partidaria sin punto de retorno. Marcando esa noción primitiva de la competencia interna: Hatuey Decamps, Milagros Ortiz, Rafael Suberví, Ramón Alburquerque y Hugo Tolentino no consiguieron metas previsibles en el marco de sus aspiraciones políticas. Y la tragedia organizacional de casi 80 años en manos de un filibustero desprovisto de ética y sentido de la historia. Un partido con casi 20 años en el poder corre el riesgo de reproducir episodios fatales. Por eso, en el PLD se ponen de manifiesto los vicios que creían exclusivos de sus adversarios ignorando que triunfos electorales desembocan en salidas del poder, y la gloria de la victoria puede provocar olvidos. Eso sí, en la medida de que el poder se torna irreflexivo se inicia todo un proceso de fragmentación fratricida que hace añicos las fuerzas sociales, económica y partidarias estimuladoras de conquistas debido a las rivalidades marcadas por el ego en capacidad de aniquilar glorias alcanzadas. Y en el país los precedentes abundan! Danilo Medina y Leonel Fernández se conocen perfectamente. De ahí, el retrato de desconfianza que traducen sus luchas, intentos de acomodo y aspiraciones. El actual inquilino del palacio nacional sabe de los riesgos y quiebra institucional de un intento de repostulación que no tendrá un final agradable debido al fuego cruzado de un partido fragmentado y estimulado por la sedición artera que, al empujar hacia una derrota, establece las bases para una victoria opositora que estará obligada a la desarticulación vía procesos judiciales de todo lo que se asocie al PLD. Todo exgobernante posee libras de osamenta en su closet. Y es muy útil entender la lógica del “aprendizaje” antes, durante y después de ocupar la primera magistratura de la nación porque en el trayecto se aprende a recibir golpes por cualquier costado sin dar muestras de dolor. Cuando el reloj inicia la cuenta regresiva del círculo cercano del presidente, resulta entendible el pase de balance, y si las contabilidades establecen los pellizcos, ofensas y horas de intrigas innecesarias como saldo a cobrar, los gestos de arrogancia cambian y la incertidumbre se apodera del potencial procesable. Así se explica el retrato de la desconfianza.

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