Revalorización de la adolescencia

Revalorización de la adolescencia

Los preadolescentes serían incapaces de construir un sistema de valores propios aún si quisieran. Antes de la adolescencia, los niños carecen de habilidades cognoscitivas para considerar todas las alternativas, razonar de lo particular a lo general, servirse de la 1ógica condicional y pensar en el pasado y el futuro. La capacidad de realizar esas faenas cognoscitivas no se alcanza del todo sino hasta la adolescencia, en donde las destrezas intelectuales recién adquiridas hacen de la transición a la madurez un período marcado por cambios de ideales, valores y actitudes.

Construir y reconsiderar un sistema de valores está en el núcleo del desarrollo moral del adolescente. Se trata de un progreso que ocurre en tres diferentes formas que se sobreponen; la primera es la inhibición basada en la ansiedad, la segunda es la preocupación basada en la empatía y la tercera es el pensamiento operacional formal.

Estas tres formas de crecimiento moral no son etapas cronológicas ni se exc1uyen unas a otras; por lo común coexisten en el adulto, pero en la adolescencia, su importancia puede variar. Los ambientes universitarios anti autoritarios y dominados por los compañeros pueden minar profundamente la moralidad basada en la ansiedad. A la vez, la empatía del adolescente se puede erosionar, expuesta a las ásperas realidades de la vida, y dejar el sitio al cinismo. En contraste, la moralidad basada en conceptos se puede fortalecer por el contacto con líderes y maestros inspiradores y mediante intensos debates que estimulan el apoyo intelectual a los puntos de vista compasivos. 

El nuevo examen de los valores lleva a revalorizar los riesgos, con el resultado de que numerosos adolescentes se comprometen en diversas conductas inseguras.

Los adolescentes se entregan a conductas riesgosas por varias razones. Pueden meterse en problemas por no entender qué riesgos corren, quizás tienen muy poca información, las advertencias de los adultos son ineficaces o ellos escogen ignorarlas. Muchos investigadores creen que los muchachos que se exponen a peligros subestiman la posibilidad de malos resultados.

Muchas familias se comprometen con las escuelas, acosan con preguntas a servidores públicos y maestros cuando sus hijos están en líos y los vigilan para evitar drogadicción y otros procederes destructivos. Algunos cambian a sus hijos a nichos más seguros, como la escuela privada, antes que sucumbir a un vecindario o a influencias de amigos negativos. En general, si los adolescentes adquieren una autoestima, un sentido de competencia y uno de pertenecer a una familia estable y al orden social, es menos probable que sientan la necesidad de entregarse a comportamientos riesgosos.

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