Revalorización de la política

Revalorización de la política

POR RAFAEL TORIBIO
A través de distintas manifestaciones, concretizadas sobre todo en opiniones vertidas en encuestas, tenemos suficientes evidencias de que en los últimos años se ha apoderado de la ciudadanía un desencanto por la política y por los políticos. A pesar de concurrir a las elecciones, ejerciendo más el voto como castigo que como premio, los ciudadanos y las ciudadanas mantienen fuertes críticas y cuestionamientos a los actores políticos tradicionales y a las instituciones esenciales de la democracia y del sistema político.

Cada nueva encuesta viene a ratificar lo expresado al respecto en la anterior. El Informe sobre la democracia en América Latina, publicado recientemente por el PNUD, recoge este sentimiento que, además, es generalizado en todos los países de la región, y lo presenta como una de las actuales amenazas de la democracia. En todos los sectores sociales, y en la mayoría de los ciudadanos, se ha producido un desencanto por la política y un desprecio por los políticos, lo que debe mover a preocupación, tanto si se profundiza ese desencanto y desprecio, o si la política es sustituida por otra disciplina para el ascenso y ejercicio del poder, y al político por aventureros que en vez de resolver los problemas los agravan.

¿Cuáles pueden ser las razones que expliquen este fenómeno que debe preocupar por igual a teóricos de la ciencia política como a quienes la ejercen como vocación o actividad profesional? Unas tienen que ver con las acciones y comportamientos de los políticos, otras con la eficiencia de los actores e instituciones del sistema y algunas con la pérdida de identidades justificativas en el quehacer político.

Lo primero que se constata es que para la mayoría de los políticos y de los partidos, la política se ha vaciado de su contenido original y justificativo. La actividad política, en vez de ser una forma de búsqueda del bien común y el bienestar de los ciudadanos se ha transformado en el instrumento a través del cual se llega al poder para ejercerlo en beneficio de los miembros del partido ganador y de sus aliados. El poder político, en vez de medio se ha transformado en fin. Se lucha para llegar y luego para disfrutarlo y, de ser posible, retenerlo. En esa lucha por el poder, mantenerlo y disfrutarlo se hace todo lo que sea necesario, que es una manera de aceptar que «el fin justifica los medios». Contribuye a esta manera de concebir y actuar en política el hecho de que en la actualidad los partidos políticos no representan ya proyectos nacionales diferentes, basados en concepciones ideológicas distintas, sino maquinarias electorales para llegar al poder. La falta de diferenciación se manifiesta también en la concepción que tienen de la política y del ejercicio del poder, porque, al final, todos terminan haciendo lo mismo. El bienestar material y espiritual de las personas ha dejado de ser la finalidad de la actividad política.

El descontento por la política y el descrédito de los políticos está determinado también porque a pesar de las promesas y de los compromisos en la campaña electoral, los gobiernos pasan, pero los problemas que afectan a la mayoría de la población permanecen sin solucionarse, algunos agravándose incluso. Desde el poder se esgrime que la ineficacia en la solución de esos problemas se debe a factores externos, nunca al mal manejo interno, o a la actuación de los llamados poderes fácticos, que fueron cultivados para ganar y que ahora piensan que tienen derecho a gobernar, protegiendo sus particulares intereses. El descontento y el descrédito se acrecientan por el manejo del tema de la corrupción. La lucha contra la corrupción proclamada antes de llegar al poder se transforma inmediatamente se llega en lentitud respecto a los procesos judiciales pendientes, dificultad para traducir a la justicia a miembros del gobierno o allegados acusados de corrupción, hasta que del rechazo se pasa a la tolerancia, terminando a veces hasta en la justificación. Así las cosas, mientras se pierde interés por la política y se desprecia a los políticos, en los asuntos políticos la primacía está siendo tomada por la economía, los economistas y los técnicos. Se impone una economía que confunde el bienestar de las personas con los equilibrios macroeconómicos y las decisiones políticas más significativas son tomadas por profesionales unidimensionales. En los medios de comunicación las noticias son los temas económicos. Los de naturaleza política no aparecen como acontecimientos importantes, sino como chismes o sucesos; como cosas que no debieran suceder, pero que lamentablemente suceden. Esto evidencia que la política y los políticos se han desvalorizados.

Esta situación tiene que ser superada. El sistema político, la democracia y el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas demandan la revalorización de la política y de los políticos y en esa importante tarea todos tenemos algo de responsabilidad, unos asumiendo con responsabilidad sus funciones, otros reclamando que así deben hacerlo y todos, de forma conjunta, colaborando al rescate de la política y al crédito de los políticos. Para lograrlo hay que restituir el bienestar de las personas como la finalidad de la política, rescatar la perspectiva ideológica perdida, asumir que el poder es medio, restablecer la supremacía de la política sobre la economía y no olvidar que los problemas «sociales y económicos» son fundamentalmente «políticos».

Las nuevas autoridades que asumieron el gobierno el pasado 16 de mayo tienen con la gestión que asumen la gran responsabilidad de trabajar a favor de la revaloración de la política y de los políticos o, por el contrario, contribuir al descontento por la política y al descrédito de los políticos. Sus ejecutorias nos dirán a favor de qué decidieron trabajar.

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