SANTO DOMINGO (AFP).- «Todo el tiempo tuvimos miedo, sufrimos 27 ataques, pero después de cada combate, rezábamos a nuestro Dios y cuando podíamos oíamos merengue», recuerda el coronel Francisco Alvarez Torres, vice-comandante de Tarea Quisqueya, que regresó esta semana de Irak.
El comandante de las tropas dominicanas en Irak, coronel Pedro Pablo Hurtado, dijo a su turno que «sin la presencia de la coalición (comandada por Estados Unidos) el pueblo de Irak no podrá resolver sus problemas ni retomar su curso».
El comandante y el vice-comandante del batallón dominicano narraron en entrevista exclusiva con la AFP sus experiencias al frente de la fuerza de 303 hombres, de los cuales 264 regresaron el lunes -39 permanecen en Kuwait-, luego de tener bajo su responsabilidad la protección de Diwaniya, a 40 km de la ciudad santa chiíta de Najaf.
El nombre de Moqtada Sadr, líder de los rebeldes chiítas, ha quedado grabado en la mente de los militares dominicanos, porque debieron enfrentar a sus fuerzas.
«Desde el 4 de abril, cuando comenzó la crisis todos los días estuvimos bajo fuego de morteros, lanzacohetes RPG-7, fusiles AK-47 y un día el fuego no paró desde la 10 de la noche hasta las 4 de la mañana, ocho horas bajo ataque, rodeados desde los 360 grados de la base», dice el coronel Hurtado.
Ambos de 36 años, padres de dos y tres hijos cada uno, todavía visten sus gastados trajes de fatiga beige y café de camuflaje de las fuerzas de la coalición, con su nombre en árabe y español y una condecoración presidencial.
Encargados de la protección de la ciudad habitada por unos 45.000 chiítas, el comandante dominicano está convencido fue «por la voluntad de Dios que salimos vivos de Irak».
«Varias veces por alguna corazonada tomé decisiones que salvaron la vida de mis hombres», dice antes narrar una larga lista de «salvadas» fortuitas.
Todos los domingos un capellán español de la Fuerza de Tarea Plus Ultra ofrecía una misa, recuerda, pero rechaza comentar las razones por las cuales España y República Dominicana retiraron sus tropas del infierno iraquí.
El desconocimiento de la cultura árabe y la dependencia de un traductor los angustiaba.
En esos casos se refugiaban en sus oraciones: «un soldado creyente de Honduras nos envió una caja de biblias que leíamos cuando estábamos bajo fuego. Si hubiera podido leer el Corán lo hubiera hecho, al final me traje una copia del Corán que conservo», como recuerdo de la misión de casi cuatro meses.
En cuanto a las torturas violaciones de los derechos humanos divulgadas en los últimos días el coronel Hurtado replicó tajante: «no estoy en condiciones de opinar sobre eso».
«Fuimos aceptados por los iraquíes, por nuestra forma de ser, alegres, humildes, por la amistad que dimos sin distinción de color o raza, y hasta les enseñamos a apreciar nuestro merengue, que les gustaba», recuerda.
Lamenta que no pudo enseñar a bailar su ritmo caribeño a los iraquíes, «porque para eso se necesitan mujeres, y a ellas el Corán se los impide», sonríe.
«Fuimos bien recibidos … hasta que estalló la crisis de abril y se desataron los combates diarios», dijo Hurtado, quien considera que los rebeldes tienen en Najaf «unos 10.000 hombres».
Cuenta el perfil de su enemigo en el campo de batalla, Moqtada Sadr: «es un hombre joven, de 32 años, de una familia de mártires asesinados por el régimen de Saddam Hussein que aplica la ley tribal, la Charia, para montar una justicia paralela», explica el comandante del Quisqueya, nombre prehispánico de Dominicana.
El vicecomandante rechaza que hayan formado parte de una fuerza invasora. «No fuimos invasores, fuimos un ejército de paz, a un país que no es democrático, con una cultura tribal, donde no hay unidad de criterios, donde los jefes de tribu mandan», afirma.
«Para los iraquíes protestar el como entre nosotros hacer una huelga, pero armados con un RPG-7, ahí una huelga es una guerra», compara.
Al final de la entrevista, en el patio del cuartel general de las Fuerzas Armadas, un estallido causa el sobresalto del vicecomandante Alvarez. Cuando supo que fue la llanta de un auto que explotó, el comandante Hurtado puso la mano sobre su hombro y le dijo paternal: «Tranquilo hermano, ya estamo’ en casa».