Reviviendo las malquerencias insulares

Reviviendo las malquerencias insulares

Cíclicamente, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, saca de los archivos electrónicos la malquerencia en contra de los dominicanos y su posición soberana de controlar la inmigración de los ilegales haitianos. Ellos entran como Pedro por su casa a través de los débiles controles fronterizos.
La propaganda del gobierno dominicano pinta otro cuadro de la inexpugnabilidad fronteriza, sin embargo, cada semana el CESFRONT e Inmigración ofrecen notas informativas del número, para ser devueltos a su país, de los ilegales apresados intentando entrar ilegalmente al país. Ellos son arrestados en puntos tan lejanos de la frontera como Punta Cana, Samaná, Santiago, la capital, y los menos, cerca de los pueblos fronterizos en donde no hay vida y es calamitosa la situación tanto para los nativos como para los extranjeros. para emplazar al país de rectificar su decisión soberana de las condiciones para recibir a extranjeros. Pese a la creencia internacional mayoritaria de que esta isla es una sola y no se quiere reconocer la existencia de dos pueblos de idiomas, conductas y desarrollo muy distintos. En Haití el ingreso per cápita no supera los $900 dólares anuales y los dominicanos ya registran los $8 mil y tantos dólares anuales lo cual convierte al país en vías de desarrollo pero lastrado por unos vecinos que increíblemente ya tienen más habitantes que los dominicanos. Y ellos en condiciones de insalubridad horrorosa con expectativas de vida muy precarias.
Resulta increíble. Haití no permite programas de control natal como existen en el país impulsados por la asistencia norteamericana lo cual ha incidido en la reducción de los índices de natalidad. Estos favorecen a las haitianas, en su mayoría las residentes en los pueblos cercanos a la frontera, ellas acuden a parir masivamente a los centros sanitarios dominicanos.
Aun cuando muchos de los remodelados hospitales carecen de medicinas, utensilios o están sin energía, las haitianas, encuentran aquí las condiciones muy distintas a las existentes en su país. Allí dependen de comadronas, brujos y precarias enfermeras. No hay dudas que el dar a luz en el país las haitianas ha provocado un aumento de su número de habitantes.
Las haitianas parturientas han asegurado la vida de sus criaturas en los hospitales dominicanos. Tal cosa contribuye a un aumento de la población haitiana superando a la población dominicana en torno a los diez millones de habitantes. O compitiendo como se dice en el argot hípico cabeza con cabeza. Las dos naciones isleñas en conjunto con 20.5 millones de habitantes están arrojando al mundo criaturas con pocas expectativas en el lado haitiano distinto a lo que ocurre en el lado dominicano.
Y es que el avance en el fortalecimiento de la salud del lado dominicano es notable por su mejoría del cual se benefician las haitianas y sus criaturas. Esto contribuye a que cada año la población haitiana, pese al hambre que asola a occidente, supera la supervivencia frente a su eterna crisis alimentaria. Arrojan al mundo criaturas que cuando crecen se convierten en ilegales del lado oriental y son la mano de obra imprescindible para los trabajos de bajo ingreso en el país. O parasitan en el mundo del delito y el moto concho. O mantienen sus rencillas personales en territorio dominicano.
Y por más que se escuchen los gritos de los productores agrícolas y de los políticos opositores hablando de la crisis alimentaria nacional resulta que esa población flotante, tanto de turistas como de haitianos junto con la dominicana, consiste en casi 27 millones de seres humanos que anualmente se alimentan del campo y anaqueles de supermercados dominicanos. O sea, nuestra tierra y sus gentes todavía somos capaces de producir el alimento para alimentarnos pese a las presiones externas para que nos convirtamos, mediante una fusión indeseada y aniquiladora de la dominicanidad, en una sola nación. Esto lo procura fervientemente la CIDH y sus mentores más egregios de las naciones desarrolladas.
Gracias a los controles de natalidad, establecidos en los programas que desarrolla Pro Familia, el índice de nacimientos ha ido descendiendo. De ahí el nivel de la población haitiana que ya supera a la dominicana. Ellos sin programas de control, y aquí con controles implantados por programas extranjeros de control natal. De esa manera la CIDH tuviera más argumentos para obligar al país a desprenderse de su soberanía para reconocer a los haitianos nacidos aquí, pero ilegales en su llegada y permanencia. La estrategia de la CIDH es que autoridades foráneas nos pisoteen a su gusto después de la retama que significó para Haití y sus amigos la histórica sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.

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