Revolución democrática

Revolución democrática

JOSÉ LOIS MALKUN
¿Necesitamos éso? Creo que sí. ¿Pero quién será el abanderado? El presidente Fernández, según él mismo lo manifestó. Y para contribuir con ese esfuerzo, desde esta columna hago algunas recomendaciones sobre donde empezar esa revolución o como corregir cosas absurdas que hacen inviable tal deseo.

En lo inmediato olvidarse de la Constitución o no convertir dicha reforma en un instrumento político para beneficiar al partido en el poder. Esas reformas no cambian absolutamente nada, ni los nuevos congresistas, que del cielo no cayeron ni nacieron en otro planeta, harán cosas diferentes a lo que se ha hecho en el pasado.

Ninguna revolución democrática es viable reduciendo el presupuesto de educación. Lo primero es cambiar esa actitud inconsecuente de las autoridades en un asunto de prioridad nacional. Un buen comienzo seria introducir ante el Congreso una modificación urgente al presupuesto del 2006 para corregir esa barbaridad.

Bien por el secretario de Interior y Policía que exigirá un análisis siquiátrica a todo aquel que desee un permiso para portar armas de fuego. Pero hay que ser más agresivo en eso de controlar el porte de armas, porque para una revolución democrática, no se necesita el arsenal que estó en manos de la población.

¿Y La Seguridad Social? Otro paso democrático es romper el muro que impide la implementación del Seguro Familiar de Salud. Ya está bueno de oír tanta basura. Pero más importante es darle a los hospitales públicos los recursos necesarios para que la gente reciba una atención digna. Es un crimen a la Patria y a la democracia, entregarle 25 millones de dólares a un hospital privado, mientras el Cabral y Báez se cae a pedazos.

El Programa Barrio Seguro es una buena iniciativa del Gobierno, pero comprar Harley Davison para los policías de esos barrios, es una bofetada innecesaria a la pobreza de este país. Pero la inseguridad ciudadana no se resolverá con ese Programa, tal como se ha comprobado. Ya hice un comentario sobre este tema y recomendé buscar ayuda internacional para reorganizar y depurar la Policía. De lo contrario iremos de mal en peor.

Sobre el sector eléctrico, las promesas de solución son equivalentes a burlarse de los ciudadanos. Porque hay 20 mil propuestas y análisis que muestran las cosas que hay que hacer pero ningún Gobierno las hace y éste ha demostrado que tampoco las hará. Si de revolución se trata, aquí hay espacio suficiente para arrancar con buen pie.

Los subsidios están enterrando la economía dominicana. Con la agravante de que estos subsidios benefician más a los ricos que a los pobres. Pero ¿quién le pondrá el cascabel al gato? Para eso hay que desprenderse de las ambiciones políticas y el deseo de mantenerse en el poder a como dé lugar.

Pero hay otro problema mayor para que esta revolución sea viable. El tamaño del Estado dominicano y el dispendio en los gastos públicos. Todo parece indicar que la nómina seguirá aumentando y ya los empleados públicos pasan de 400 mil, sin contar las nominillas que cada funcionario tiene, lo que elevaría en unos 60 mil más el números de empleados.

Un récord histórico. Si alguien cree que una revolución democrática se hace creando cientos de miles de empleos públicos improductivos y aumentando los impuestos para cubrirlos, entonces vamos por el camino de una revolución socialista del viejo cuño.

¿Y con el TLC que hará la revolución democrática? ¿Posponerla para seguir cobrando el recargo cambiario o para asignar de grado a grado otra obra faraónica como acción previa a las elecciones del 2008? Así no se hace revolución y menos democrática. Así retrocedemos.

Sobre la competitividad, la revolución tendrá que usar armas químicas para matar la apatía del sector privado, las incoherencias en las estrategias, la falta de voluntad política, la irresponsabilidad de los que quieren seguir sus prácticas ilegales para inhabilitar a la competencia, la falta de transparencia en materia comercial y de inversión, y por supuesto, la corrupción, el peor mal que adolece el país en estos momentos. ¿Podrán esas armas químicas vencer estos obstáculos? De verdad, no estoy seguro. Mientras tanto, estamos liquidados en esta materia.

Otra conquista revolucionaria sería ejecutar un amplio programa de reparación y mantenimiento de obras públicas, para no dejar que todo se destruya y volverlo a construir.

Es la práctica de toda la vida, porque con eso de dejar que todo se destruya, los Gobiernos se vanaglorian de haber realizado una nueva obra, con todos los enganches y vagabunderías que vienen detrás. El mantenimiento es tan o más importante que el inicio de cualquier nueva obra.

¿En la Agricultura? Aquí está todo por hacer. Hay que comenzar de cero y sobre lo que hay que hacer, se han escrito 50 mil informes y han venido miles de técnicos de todas partes del mundo. Pero nada. Todo sigue de mal en peor.

Pero toda revolución debe tener un estandarte de lucha contra la pobreza. Hay que atacar la pobreza sin actos demagógicos, implementando programas serios y probados en otras latitudes. Un buen comienzo sería desarrollar un amplio plan de mejoramiento de barrios.

Así comienzan las verdaderas revoluciones democráticas. No con discursos vacíos, sino con acciones concretas y trascendentales, que no son fáciles para nadie, ni garantizan reconocimiento político en el corto plazo. Pero en el largo plazo, el Presidente que se aventure a estos cambios será el cuarto Padre de la Patria.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas