Revolución democrática avanzada

Revolución democrática avanzada

DIÓMEDES MERCEDES
Para llevar al desarrollo a las mayorías de la nación, hoy abandonadas y víctimas del empobrecimiento y la indigencia, la conciencia progresista nacional debe promover como una divisa la causa de la revolución democrática avanzada, para la creación de un nuevo pueblo de ciudadanos y ciudadanas creadores de una nueva nación y de su democracia.

Es lo necesario, hasta que esta última rescate a las más humildes de nuestras gentes, que en mayoría, inconscientemente vive dentro de una programada cultura de conformismo y envilecimiento, de adaptación a la manipulación de sus precariedades e inseguridades; en actitud de genuflexión y miedo al poder que le es tan opuesto como extraño.

Desde cualquier ubicación donde nos encontremos, luchemos con fe por la conquista de esa democracia que nos dote de la dignidad que en masa nos es desconocida, estableciéndola sobre un sistema de seguridades sociales y tipos diferentes de desarrollo económico, de relaciones intersocial, y de dirección estatal, en el común entendimiento de que mirando hacia el futuro, nuestros principales activos lo son nuestro territorio y nuestras gentes indisolublemente ligados y mejorados.

El subdesarrollo del país como el resto en América Latina en general, presenta entre otras, una dificultad para el establecimiento de regímenes democráticos. Al parecer, portamos una intrínseca impotencia para organizarnos democráticamente. Esa imagen tan difundida entre nosotros mismos, es parte del pesimismo inducido por los gobernantes y oculta la herencia ideológica colonial, reforzada por los regímenes establecido por el actual status quo, quienes han creado esa idea y esa distorsión, para crear otro tipo de impotencia, la de los pueblos sumisos, manipulables por una oligarquía política, vegetativa, sin responsabilidad social, anexionista por parásita; a la que hay que desalojar del poder junto a sus partidos.

En múltiples ocasiones me he topado con una confusión de políticos sobre la democracia. Mayor debe ser ésta en la población común. Consiste en ver la democracia como un don otorgado a la nación por sus gobernantes, lo que es igual a no saber quiénes en realidad nos gobiernan.

La democracia no es una dádiva, es una conquista y como tal un mérito que al menor descuido de los pueblos se pierde en manos de los detentadores del poder y de la de los poderes fácticos. La democracia hay que merecerla como expresión de la dignidad real de una nación, que debe hacerse respetar a riesgo de consecuencias negativas radicales, por todo cuanto un atentado contra ella puede significar en el destino de la República y la vida de sus ciudadanos.

La ciudadanía es la condición esencial de la jerarquía humana en una nación; esa de la que debemos investirnos como sociedad de entes racionales en la lucha por la revolución democrática. La democracia más que virtud es mérito y arma para garantía de la razón y de la dignidad por la preeminencia de la condición humana. La ciudadanía es el instrumento político vinculante de seres inter pares y equivalentes, gestionando un futuro  común, independientemente del status económico social o de género de cada cual en la nación que ideamos, la que es nuestra razón de ser contra los andrajos de la actual, para así nunca más ser víctimas de las injusticias, de la sumisión al poder, o del vasallaje a las potencias o a aventureros que impunemente nos violan con la complicidad de los gobernantes.

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