Revolución en la educación

Revolución en la educación

El tránsito por la ciudad de Santo Domingo ha degenerado tanto que el acondicionador de aire y el receptor de radio se han convertido en artículos imprescindibles. Éstos sirven para combatir la contaminación ambiental y soportar el tedio fruto de los embotellamientos en la circulación de vehículos.

Sin éstos aditamentos ya no se pueden soportar los desplazamientos cotidianos que, a menudo, duran alrededor de una hora, aún dentro de la ciudad, sin importar las distancias.

Circulaba por la avenida Bolívar, en la siempre atestada zona de las universidades católicas. Atiné a sintonizar el programa radial “Huchi Lora por CDN” mientras debatían la visita del presidente Leonel Fernández a Estados Unidos.

El comentario aparentaba ser el mismo de siempre ya que el presidente ha viajado fuera del país 14 veces en el último año. Pero, aún así, el diálogo de los periodistas mostraba algunos aspectos novedosos.

Altagracia Salazar, a quien considero la periodista mejor informada de este país, comentaba el discurso del presidente Fernández ante la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas.

Allí, por primera vez en la vida, el Mandatario aparentó humildad al admitir que no había podido cumplir con ninguno de los objetivos del milenio. Sin dejar atrás el narcisismo, empezó entonces a echarle la culpa al gobierno anterior, olvidando que ese período lo presidió él.

También culpó al gobierno más anterior que el anterior, buscando desesperadamente la forma de que no se le identificara con el fracaso y con el excesivo despilfarro del erario.

Continuó el análisis de los periodistas con el discurso que emitiera el presidente Fernández ante uno de esos Community Colleges que prometió instalar en este país. Allí dijo que “la República Dominicana vive una verdadera revolución educativa que finalizará con la creación de ciudadanos para la era del conocimiento”.

Fue capaz de hablar de la revolución en la educación dominicana a pesar de que el día anterior, ante la Asamblea de la ONU, había constatado el fracaso de los objetivos del milenio. No obstante, el Mandatario insistió en que “el país está logrando cambios en el modelo educativo que se traducirán en la formación de personas con capacidad para resolver conflictos y ser más creativos”.

Fue entonces cuando la periodista Altagracia Salazar reclamó de la audiencia radial que llamara al teléfono de cabina para saber si alguien conocía un funcionario del gobierno del presidente Leonel Fernández que hubiera inscrito a sus hijos o a sus nietos en una escuela pública gratuita. Era lógico pensar que si el Presidente había exaltado en New York su revolución en la educación, los primeros en apoyarlo serían él mismo y el vicepresidente, los ministros, viceministros, Senadores, Diputados, embajadores, cónsules, vicecónsules y directores departamentales.

En fin, todos los funcionarios deberían tener a sus hijos y nietos en las escuelas públicas, que son gratis, producto de ese magnífico logro.

Las llamadas se sucedieron, una tras otra durante muchos minutos, entreteniendo a los que padecíamos el tapón del tránsito que no aflojaba.

La respuesta de los oyentes, de cada uno de ellos, llevaba un tono de burla, ridiculizando al gobierno y al Presidente por admitir su fracaso educativo ante la ONU y luego falsear la información ante el Community College.

Un diputado peledeísta de la región Este del país que, aparentemente, no se había enterado del contenido del programa, llamó a cabina tratando de aprovechar la amplia audiencia de ese programa para sus fines personales.

Los periodistas aprovecharon para preguntarle si sus hijos estaban en una escuela pública. Acosado y sin salida aparente, no tuvo más remedio que admitir que su hijo estaba en una institución privada. Arguyó que había preferido pagar una alta suma de dinero porque el colegio quedaba cerca del lugar donde vivían.

Evidentemente, si fuera cierta la revolución educativa pregonada por el presidente Fernández ¿por qué no aprovechó el escenario de la ONU para proclamarla? Asimismo ¿por qué no inscribe a su hija y a su nieta en las escuelas públicas gratuitas, lo cual las prepararía para la era del conocimiento? ¿Por qué sus funcionarios no permiten a hijos y nietos aprovechar esa revolución educativa para aprender a resolver conflictos?

Sencillamente, porque esa revolución educativa es otra gran mentira.

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