¿Quién pensaría que hoy día el piropo estaría en tela de juicio, y que el ‘juez acusatorio’ sería la mujer? Sin dudas, la ‘reputación’ de esta expresión cultural ‘ha quedado muy mal parada’: de una manifestación o gesto de galantería del hombre hacia la mujer y un modo de legitimación de éstas de probar y comprobar su belleza, o qué tan ‘buena está’, ha pasado a ser un tema de debates en círculos feministas con implicaciones, incluso, legales.
El mundo cambió y concomitantemente la forma de pensar de la mujer, quien -por demás- tiene a su disposición plataformas digitales, entre estas las penetrantes redes sociales, que les permiten empoderarse y visibilizar ante el mundo sus catarsis.
En torno a esta revolución feminista contra el piropo se han realizado estudios sociológicos, psicológicos, comunicacionales, jurídicos y hasta semánticos, en varios países de Latinoamérica, ¿la esencia? la delgada línea que lo une con el acoso callejero y su connotación sexual.
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Si lo visualizamos desde una mirada conservadora, el piropo sigue siendo un sello cultural, una especie de estampa que se mantiene muy vigente, mientras que, un enfoque moderno lo embarca en una onda de activismo, desnudando no tanto el fondo sino la forma.
A manera de contextualizar, el piropo es un dicho o expresión breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer, al decir de la Real Academia de la Lengua Española. ¿Ahora, dónde está el meollo?
Lo primero a discutir, a juicio de las abanderadas de este nuevo activismo, es que el piropo es una expresión totalmente machista, normalizada y que es ‘aceptada’ por la mujer de una manera permisiva por la forma cómo ha sido educada en el hogar.
Un estudio difundido por el gobierno de México, en noviembre de 2017, a través de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, con el título, Los piropos: ¿halago o violencia contra las mujeres? señala que piropear, a pesar de tener su lado divertido, nunca deja de ser acoso ni agresión para quien lo recibe.
En tal sentido, a entender de Rosalía Piña, comunicadora social dominicana de 27 años de edad, que hace cuatro dirige la iniciativa (catcallsofdr), dependencia de “Chalk Back” organization, que surge en la ciudad de Nueva York y trabaja en cientos de ciudades el tema del acoso callejero con mira a su erradicación, el muy popular piropo “Si como camina cocina guárdame el concón”, dado a conocer por el destacado merenguero Johnny Ventura, (fallecido), encaja hoy día dentro del acoso callejero. Por el contrario, en sus orígenes, debido a la forma permisiva de la mujer y amparada por una sociedad que lo normalizaba, era visto como algo simplemente divertido.
Para las sociólogas mexicanas Patricia Gaytán Sánchez y Martha Elena Pérez Pérez, consultadas en el citado estudio, el piropo no es un halago, sino más bien un instrumento que los hombres usan para ejercer cierto poder de dominación hacia ‘el sexo débil’.
Piña, por el contrario, no es tan radical en su posición, explica que “el concepto piropo no es lo mismo que el acoso callejero por lo que hay que sacarlo de ese contexto”.