Rezago en trasplantes

Rezago en trasplantes

El país tiene  excelentes cirujanos y paramédicos especializados en trasplante de órganos. La práctica nos da esa convicción, a través de los  trasplantes renales, de córneas,  corazón y  médula efectuados aquí. Pero estamos rezagados en la materia y no cubrimos la creciente demanda. La razón de este rezago no es científica ni técnica, sino de infraestructura y cultura. Existe el marco  jurídico regulatorio de la donación de órganos y los  trasplantes, pero no se ha fomentado una cultura de donación ni se ha creado la infraestructura necesaria para trasplantes.

A los especialistas en la materia les preocupa el hecho de que mucha gente está condenada a muerte por falta de un órgano, de una donación local oportuna. Adquirir órganos en el exterior es sumamente costoso, prohibitivo para cualquier familia hasta de clase media alta. Y pocos hospitales están debidamente habilitados para cirugías tan delicadas como estas. La falta de donación de órganos y de infraestructura ponen un valladar que determina la muerte de mucha gente.

Hay que crear en el país una cultura de donación, y para esto hay que hacer una campaña permanente para concienciar a la gente de que la donación es asunto de vida. Como lo es la donación de sangre, salvando las diferencias. El Estado debe inscribir esta necesidad en su programa de salud pública.

UNA MÁQUINA DE GENERAR POBREZA

Nuestra macroeconomía, que aparentemente crece robusta, ha sido durante décadas una máquina de multiplicar pobreza. Basta decir que las distintas escalas de salario mínimo real han estado estancadas desde el 1979 hasta el 2012, según consta en una publicación del Banco Central, que destacamos  en la portada de nuestra sección de economía, edición de este día. En otras palabras, la capacidad de compra  del salario mínimo real era en 2012 inferior a la que tenía en 1979.

No sabemos si el Presidente Danilo Medina tomó en cuenta este dato cuando criticó los que definió como salarios de miseria que pagan los empresarios, pero su argumento retrata la realidad que ahora difunde el Banco Central. Desde 1979, el salario mínimo real solo se ha moviliazado para indexar inflación pasada, no para mejorar el poder adquisitivo. Es la forma más dramática de multiplicar la pobreza de un país.

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