Riesgo materno

Riesgo materno

A escasamente un año para completar siete décadas de vida, estiro los músculos de la memoria para transportarme al inicio de los cincuenta del pasado siglo. Veo a la inolvidable abuela, partera de un ramillete de diez hermanos, impartiendo órdenes a mi padre para que retirara del hogar a los potenciales inocentes testigos oculares del advenimiento al mundo de otro nieto.

Nos estaba vedado mirar cómo la cigüeña penetraba por el techo de la casa, con una cuna en su pico, albergando una tierna cría, que con su llanto se sumaba al rosario consanguíneo. Papá lucía tenso, preocupado y ansioso.

Las horas de prisión infantil terminaban cuando la comadrona salía para anunciar que la mítica garza nos había regalado una hermanita.

En coro todos queríamos ver a la neonata, sin embargo, no sería hasta después de bañarla en un lebrillo y vestirla adecuadamente que la curiosidad sería saciada. Mientras tanto, mamá debía permanecer encamada varios días, siendo luego vigilada por los cuarenta y un días del riesgo post parto. Fueron muchas las madres atendidas con una cifra de cero defunción.

“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados…” dijo don Quijote en su discurso a los cabreros. Hoy en día las embarazadas de República Dominicana son atendidas en centros de salud y todos los partos se realizan en hospitales y clínicas. Aún con todas estas supuestas ventajas sanitarias se muere un número inaceptable de parturientas. Las causas de la mortalidad y la morbilidad materna son conocidas.

Se reparte la responsabilidad de los fallecimientos, y luego de su infinita distribución, resulta tan reducido el grado de culpabilidad individual, que el colectivo echa otro vistazo a la muerta y sentencia: ¡La gran culpable de su muerte es ella por haberse embarazado! El mundo se torna al revés, a la víctima la convertimos en victimaria, y como supuestamente los muertos no hablan, la condenamos a cargar con su silencio hasta la tumba, y requiéscat in pace.

Cierto que la preñez durante la adolescencia aumenta la incidencia de complicaciones obstétricas, también es verdad que la poca escolaridad, la desnutrición y el hacinamiento contribuyen a incrementar la morbilidad de la embarazada. Cada uno de estos factores tiene un eje común que es el de la pobreza; sin embargo, no olvidemos que antes éramos más pobres y no contábamos con los adelantos de las ciencias médicas. ¿Qué ha pasado? ?Acaso era mi abuela una maga? No lo creo así.

Miguel de Cervantes, al inicio del siglo XVII pone de nuevo a don Quijote a decir: “Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella sin ser forzada ofrecía, por todas partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían… Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos”.

Hace falta una entrega hipocrática completa y de calidad a los cuidados del embarazo, parto y alumbramiento de nuestras mujeres.

 

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