El PLD calificó de riesgosa la reforma constitucional propuesta por Abinader, quien ripostó señalando que fue el PLD que nos arriesgó con intentos pasados de reformarla para viabilizar repostulaciones adicionales a las vigentes.
En todo hay riesgos. Son consustanciales a toda decisión, especialmente política y gubernamental. Lo importante es calcularlos y dimensionarlos para evitar que situaciones indeseables se intensifiquen y propaguen.
Más si se mueven dentro de escenarios tormentosos como nuestro caso caracterizado por insuficiencia productiva, carestía, desempleo, déficit, endeudamiento y precariedad de servicios que afectan directa nuestros estómagos y calidad de vida.
Escenarios que exponen la conducción de la nave del Estado a oleadas y vientos de comportamientos sociales atentatorias a paz y orden.
Puede leer: ¿Gatopardismo Constitucional?
Calcular riesgos es parte del bien gobernar del buen político. Implica intuir posibles acontecimientos futuros, preverlos y diseñar anticipadamente respuestas a situaciones indeseables. Implica tomar precauciones para no tener que remediar y/o reprimir.
¿Se calcularon los riesgos al proponer la reforma propuesta, si se aprueba o no?
¿Qué pasaría si se aprueba y la corrupción sigue sin combatirse efectivamente a pesar de que el PGR se llame “Abogado de la Administración”; si cerramos demasiado la posibilidad de aprovechar experiencias de gobernantes y lo colocamos en retiro en una sociedad carente de liderazgo carismático evidenciado al calificar a Balaguer como presidente extinto mejor valorado; si los resultados legislativos siguen dejando que desear a pesar de reducir diputados?
¿Se ponderaron efectos de la incoherencia de unificar elecciones, cercenando autonomía municipal y congresual al tiempo de postular fortalecer autonomía del ministerio público?
Si se aprueba, ¿resistirá la ciudadanía nuevos procesos de reformas más imperiosas por quedar estresada, hastiada anestesiada? ¿Para otras reformas presentadas anteriormente sin concretarlas efectivamente?
Si no se producen estas reformas, ¿Cómo incidiría en nuestra democracia el entonces agravado escenario socioeconómico dominicano?
Y si no se aprueba, ¿cómo quedaría la imagen del presidente en lo que parece ser su proyecto vital?
Desconocemos si estos riesgos se calcularon. Convendría hacerlo para sostener, perfeccionar y blindar nuestra democracia, tentada por experiencias vecinas.