Los dominicanos pudimos observar ayer en pantallas de televisión los riesgos que se están corriendo en la faja fronteriza y la posibilidad de que en cualquier momento se produzcan confrontaciones entre ciudadanos haitianos y miembros del Ejército de República Dominicana. ¿Qué fue lo que observamos? Cerca de un centenar de civiles haitianos, casi todos motorizados, bloquearon la puerta de entrada y salida para ambas naciones, en el paso de El Carrizal, en Comendador, Elías Piña, mientras reclamaban de los militares que los dejaran pasar supuestamente a cubrir pagareses de sus “motores”, comprados en agencias dominicanas. Pero ante la negativa de los militares, los haitianos empezaron a lanzarles piedras y a dispararles.

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Gracias a la prudencia de los uniformados, quienes se limitaron a resguardarse de la agresión y a tratar de dispersar a los haitianos con bombas lacrimógenas, no pasó nada lamentable. Pero el incidente fue aleccionador y una muestra de que la crisis haitiana tiene serias implicaciones que pueden envolver a la República Dominicana en un nivel, el militar, que nadie desea. Nuestros soldados están destacados allí simplemente para salvaguardar nuestro territorio. La República Dominicana no está en guerra con Haití, todo lo contrario, en cada oportunidad que han podido el Presidente de la República y el canciller Roberto Álvarez han reclamado de la comunidad internacional acudir en auxilio de la empobrecida nación caribeña, ahora sometida, no solo a un estado de pobreza y enfermedades inimaginables, sino a la dictadura de bandas armadas que siembran muerte y terror. Pero debemos subrayar que tampoco pueden nuestras autoridades permitir que los haitianos violenten el terruño o que quieran ingresar sin observar nuestras leyes y normas migratorias.