Riesgos de naufragio

Riesgos de naufragio

Este año 2014 ha servido para rememorar la Primera Guerra Mundial, que estalló hace un siglo. No se trata de una cuestión numérica -la similitud entre 1914 y 2014-; es que los conflictos internacionales que existen hoy son muchos: Ucrania, Gaza, Irak, Siria, Libia. No se ve claro cuál será el desenlace de cada uno de esos enfrentamientos armados. Las grandes potencias políticas de Occidente opinan y participan en todos estos lugares. Además, el crecimiento económico de China, India, Rusia, plantea diversos forcejeos por el control de mercados, el acceso a las fuentes de energía, a las minas inexplotadas del continente africano.

Es mucho lo que se ha escrito en los últimos tiempos sobre la posibilidad de que asistamos a una tercera guerra mundial. El pasado 10 de septiembre apareció, en el diario español “El País”, un escrito del profesor José Ignacio Torreblanca, titulado “El nuevo desorden internacional”. En ese texto se examinan distintos problemas: del Oriente próximo, de Asia, África del Norte. Lo único que me importa destacar de este excelente artículo es su conclusión. Torreblanca cree que Europa y los EUA están en una situación especialmente grave, que invalida sus antiguos poderes de decisión. Lo que pueden hacer en el campo político y militar no parece ser suficiente.

El párrafo final dice así: “Después de la Segunda Guerra Mundial, Occidente pasó de hacer la guerra a hacer las normas que regían el orden internacional. Pero ahora, ni está dispuesto a adaptar esas normas, ni tiene capacidad de imponerlas, ni sabe cómo persuadir a los demás para que las acepten. Paralizado por su impotencia, se ha convertido en espectador pasivo de su propio declive”. Torreblanca cree que China podría querer imponer unilateralmente la supremacía regional “por la vía de los hechos”.

Los países pequeños -generalmente “anclados” a un bloque de poder determinado- podrían quedar como velas desprendidas del palo mayor de una nave a la deriva. Los dirigentes de esos países tendrán que gobernar -en ciertos campos específicos- por su propia cuenta, sin esperar “directrices” de un orden global inexistente. Con riesgo de naufragio, económico o político; también con la posibilidad de caer en retóricas ideológicas inoperantes. Se requerirá mucho talento, valor y originalidad.

 

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