Desde que se inició el año, en la antesala de la cumbre de Davos, las principales organizaciones mundiales identificaron las peores amenazas que podría enfrentar la economía mundial en el corto plazo. Se trata de riesgos potenciales cuya concreción dependen tanto del comportamiento de variables objetivas como de la toma de decisiones equívocas pensadas como eventuales soluciones erróneas o derivadas de percepciones pasionales e irresponsables.
Sin dudas, todo el mundo está consciente que uno de las más graves tensiones que pueden descarrilar gravemente la economía mundial se desprende del mantenimiento de amenazas de guerra en la península coreana. Aunque una acción militar es realmente impensable –en el escenario hay mucho fanatismo de parte y parte– basta que se sigan atacando verbalmente y desplazando medios de destrucción para que los mercados se pongan nerviosos y eso, siempre, es fatal. Ha sido un alivio que los protagonistas hayan acordado conversar, de lo cual puede salir un relajamiento siempre y cuando los negociadores entiendan que se trata de eso, de una negociación, y no de una rendición. No hay resultado positivo en una negociación si no se enfoca bajo el principio ganar-ganar. Todos tienen que salir satisfechos. Si uno u otro llevan en la agenda una percepción prepotente no habrá solución y el resquebrajamiento del encuentro colapsaría los mercados. Se podrían recuperar a la brevedad pero el daño estaría hecho. No menos explosivo es el Oriente Medio. Las “bolsas” están atentas y tienen sus propios problemas con una dinámica alcista –con bajas tasas de interés -que puede traer, y traerá en algún momento, reajustes ineludibles. Si la inflación se acelera, y hay condiciones para ello, se agravarían las condiciones de financiamiento internacionales. Aunque todos se sorprenden de que en EE.UU. no se haya disparado la inflación, y la explicación no está clara, se introducen nuevos factores que la van a estimular más temprano que tarde. El ciclo es conocido, alza en la inflación lleva a alzas en las tasas de interés. Gran amenaza en un escenario con agudo endeudamiento que, consecuentemente, reclamará más recursos para pagar y menos para invertir y atender la deuda social. Lleva a una profundización de la desigualdad y mayor incredibilidad en la democracia al ser cada vez menos inclusiva. Aunque unos lo duden, las consecuencias socio-económicas del cambio climático avanzaninexorablemente. El multilateralismo está siendo dejado de lado y eso tiene consecuencias.
Todo ello conlleva incertidumbres –gran enemiga de una economía próspera- sobre las proyecciones que tendrán las políticas económicas especialmente en las economías “centrales”. El libre comercio y los acuerdos que los sustentan están cuestionados por el Gobierno norteamericano. Más recientemente ha quedada reafirmada la tendencia proteccionista estadounidense lo que acarreará, inevitablemente, una guerra comercial, en términos de subida de aranceles. ¿Cómo quedará la OMC?, ¿Cómo va a reaccionar? Europa va a responderle a Estados Unidos y China será contundente. Nadie lo dude. Las consecuencias nos alcanzarán a todos, engranados como estamos en lo global.