Rincón para observar

Rincón para observar

Las personas que observan las cosas desde un rincón sólo ven un lado de la realidad. Un rincón es como una esquina de la vida que no permite mirar hacia atrás, ni a la izquierda, ni a la derecha; algo así como estar metido en un embudo. Para entender un asunto cualquiera es necesario tener varios puntos de vista. Los muchos ángulos ofrecen al observador la integridad del objeto observado. Cierto filósofo atrevido dijo una vez que nadie es capaz de contemplar una naranja si no le da vueltas entre sus manos. Así logra ver, sucesivamente, los lados que componen la naranja; y los integra mediante el artificio mental que llaman “con-presencia”.

La comprensión inteligente es una visión abarcadora –panóptica- que aspira a tener tres dimensiones, o algunas más, como es el caso de la física. El aldeano está limitado por la pequeña perspectiva de su diminuto pueblo; conoce al panadero, a la mujer que vende tortillas y unos cuantos chismes que circulan de boca en boca, transmitidos por el malicioso espionaje de algún tabernero. El newyorkino, en cambio, habitante de gran ciudad, sabe que todo es múltiple, diverso, polifacético. Cuenta con que en las calles andan juntos: ateos y creyentes, santos y malvados, tontos y sabios. Las pasiones políticas también pueden producir estrechez de miras aldeanas.

Las presiones publicitarias empujan a la gente a refugiarse en un rincón para observar el mundo con aparente seguridad. Y ese rincón achica sus perspectivas vitales, emocionales, intelectuales. Los problemas dominico-haitianos, por ejemplo, se nos presentan unilateralmente, sin considerar conflictos demográficos, sanitarios, económicos, culturales, políticos. Se nos dice que no es más que un problema jurídico, de interpretación de textos constitucionales; un asunto de puro derecho internacional privado. Algunas instituciones disfrazan el problema de “humanitarismo acomodaticio”.

Desde un rincón cerrado hemos aceptado el “internacionalismo”, vestido de globalización del comercio y de la contratación extraterritorial de mano de obra. Nos entusiasma la idea de los “esquemas de integración económica regional”. Esa aplaudida globalización tiene anverso y reverso; y se aplica al gusto de los países que han tenido “las iniciativas” y formulado las reglas de participación. Deberíamos abandonar esos rincones encajonados y aclararnos los ojos con un fuerte colirio.

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