Río revuelto

Río revuelto

A cualquier hora, en cualquier esquina céntrica de Santo Domingo, un automovilista dobla o continúa la marcha aún cuando la luz roja del semáforo le indique alto.

Una miríada de motociclistas transita en vía contraria y viola las luces rojas de los semáforos como la cosa más natural.

Si usted conoce un motociclista, un ”delivery” de los que hacen los mandados de las farmacias y de las pizzerías, que transite con casco, luces, placa, licencia y seguro, avíseme para que le demos un premio.

Si conoce un chofer de concho que conduzca como dicen la ley y la prudencia, merece que le demos un premio.

Lo peor  es que transitan violando las leyes humanas, nacionales y ordenanzas municipales, a sabiendas de que actúan mal, pero aquí todo está bien.

Los frenos que imponen la moral y las buenas costumbres, se fueron de vacaciones hace mucho tiempo.

El jueves de esta semana transitaba de sur a norte por la avenida Lope de Vega y encontré en rojo el semáforo de la esquina Abraham Lincoln con Sarasota. Cuando cambió la luz a verde emprendí la marcha y cambió a rojo el semáforo de la avenida Bolívar con Lincoln, cuando éste cambio para permitir el paso el semáforo siguiente, el de la Pedro Henríquez Ureña con Lincoln cambió a rojo y me impidió el paso.

Cada vez que uno de los semáforos me permitía el paso el de la esquina siguiente cambiaba a rojo y me detenía. Ocurrió en la esquina Lope de Vega con Lincoln, y en todas las esquinas de la Lope de Vega hasta llegar a la  San Martín, cuando al fin pude doblar a la izquierda y salir de esa calle donde ningún semáforo está coordinado con el siguiente.

Si se operan los semáforos de modo que cuando se transita a una  velocidad regular el automovilista halle la luz en verde, que le dará paso, el país ahorrará nadie sabe cuántos cientos de millones de dólares al año por no consumo inútil de combustible.

Me preocupa de manera especial que vayamos perdiendo la capacidad de asombro y la capacidad de protesta. Me preocupa que nos acojamos al dejar hacer, dejar pasar.

Si alguna autoridad quiere resolver el problema del tránsito basta con que haga cumplir la ley de manera estricta. No hay que abusar de nadie, pero tampoco hay que permitir que cualquiera imponga su voluntad y ponga en peligro su vida y la de los demás.

La anarquía es la ausencia de poder público, el desconcierto, la incoherencia, el barullo, si no hemos llegado a ella estamos cerca. ¿Lo vamos a permitir?

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