Una manera de arraigar la pobreza es dar pescado y no enseñar jamás a pescar. Recurrir al asistencialismo sistemático sin aderezar esa ayuda con elementos que permitan al pobre ascender en la escala social. Y en un país de economía ampulosa y puntera, como es el nuestro, que no es capaz de generar ni siquiera empleos dignos, esa práctica es un pecado social imperdonable. No se debe meter en alcancía la pobreza de los muchos para invertirla a la hora de buscar beneficio político. Nuestra investigadora Minerva Isa desmonta, en una serie de trabajos sin desperdicios que empezó el lunes y concluye hoy, esa realidad social que mantiene en la marginalidad a cientos de miles de dominicanos.
El inventario de políticas sociales no contiene la dosis necesaria de programas encaminados a revertir las causas de nuestro récord en adolescentes embarazadas, en achicar en cuanto sea posible la numerosidad de la generación nini, de reforzar las escalas de valores y la cohesión familiar, y encarar de se modo algunas aristas de violencia intrafamiliar y los feminicidios. Muchas soluciones de problemas sociales se ejecutan por excepción, como el caso de La Barquita, mientras se soslaya la peligrosidad en que viven otros en gran parte de la geografía nacional, pero sin suficiente estruendo mediático. En fin, muy poco ha sido concebido para sacar al pobre de su marginación. Seguimos creciendo en economía y en pobreza.