Riquezas arqueológicas
Los petroglifos despiertan el interés de la ciencia

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YAGUATE,  SAN CRISTÓBAL. Para sorpresa de los técnicos y arqueólogos que realizan la evaluación ecológica y cultural del Parque Nacional El Conde, localizado  cerca de un área donde se realizan cultos religiosos,  más  de 80 excelentes muestras de arte rupestre han sido localizadas en una caverna situada en la nueva área protegida.

El hallazgo de arte rupestre en esta zona montañosa es uno de los más importantes de las Antillas.

 La calidad y la cantidad de los petroglifos localizados es extraordinaria, y ha despertado el interés de arqueólogos, antropólogos, biólogos y  la comunidad científica. Otras cavernas en fase de estudio contienen interesantes petroglifos.

Las muestras se conservan en buenas condiciones. Representan dioses prehispánicos e historias mitológicas de los antiguos habitantes Arahuacos de nuestra isla.

Informaciones aportadas por el administrador del área, Manuel Gil, quien frecuentaba la zona junto a su padre cuando era niño, permitió localizar los petroglifos. Hasta la fecha no se había reportado el hallazgo.

El Parque Nacional El Conde, creado recientemente, contiene una de las muestras más interesantes de cavernas rituales de todo el Caribe. Curiosamente, la gran cantidad de  petroglifos prehispánicos  existentes en esta cueva  son adorados en algunos rincones.

En el área protegida se encuentra  la caverna conocida como “Mana”, una de las más importantes del país, donde se realizan peregrinaciones y  cultos afrocaribeños.

Para acceder al lugar hay que recorrer un largo trecho por un serpenteado y empinado camino que lleva a la imponente cueva. Miles de personas de todo el país  se desplazan cada año a este lugar.

Dentro de la impresionante caverna hay instalados alrededor de 30 altares, velas encendidas y figuras de “santos”.

 Los cultos, a los que acuden frecuentemente los peregrinos,  son dedicados a todas las divinidades católicas y afrocaribeñas.

“La zona de la cueva donde la Santa Mana realizaba sus curaciones es precisamente uno de los lugares donde hay un grupo de interesantes petroglifos milenarios. Es este, por tanto, uno de los rarísimos lugares del Caribe donde se mantienen las tradiciones ancestrales que unen la religión prehispánica de la isla con las deidades africanas y europeas”, explicó el arqueólogo Adolfo López, miembro del equipo que  realiza la evaluación ecológica y cultural del área protegida.

Este lugar contiene abundantes recursos naturales, tales como bosques tropicales en excelente estado de conservación y los arroyos que desembocan en el lánguido río Nizao, que alimenta las presas de Jigüey-Aguacate. La rampante y sistemática deforestación de las cuencas hidrográficas de esta corriente natural de agua dulce  amenaza con extinguirlo, con arrebatarle su vida útil. Con el paso del tiempo, sus aguas se pierden por infiltración y evaporación: este es uno de los ríos del país que ha sido saqueado por granceras que operan en la parte baja de su cauce.

El entorno de las cavernas del Parque Nacional El Conde es impresionante. Existen también espectaculares formaciones geológicas, como los imponentes farallones  que le dieron origen  al nombre del área protegida.

El Parque Nacional El Conde, ubicado en Yaguate, San Cristóbal, fue creado mediante el decreto 571-09, el 7 de agosto de 2009. Encierra una superficie de 42.35 kilómetros cuadrados. El equipo que realiza la evaluación ecológica de la zona protegida lo integran  José Manuel Mateo, director; Adolfo López, coordinador; Clarisa Espinosa, Pedro Arias, Nelson García, Domingo Siri Núñez, Delsi de Los Santos, Brígido Hierro, Rolando San, Sócrates Nivar, Manuel Gil y Joaquín Bautista.

Cuevas legendarias

  La cueva de La Mancha (también conocida como cueva de Mana) fue un lugar utilizado por la famosa curandera y vidente Bibiana de La Rosa para realizar sus ritos y sanaciones. El altar de Bibiana estaba en el salón central de la cueva. El 24 de junio, día de San Juan, se celebra la peregrinación anual de diferentes comunidades a la caverna. El poblado más cercano, Boca de Mana, está situado a la orilla del cauce del río Nizao, en la ladera del monte, donde se encuentra la cueva. Los peregrinos llegan caminando desde la comunidad de Boca de Mana, subiendo el empinado sendero que lleva a la cueva que discurre por casi dos kilómetros, monte arriba, marcado de cruces de madera.

 Según la tradición, el rincón en el que realizaba sus curaciones en la caverna es precisamente el lugar donde se presenta uno de los paneles de petroglifos de la cueva, muy cerca de su gran altar. En la actualidad, bajo los petroglifos se pueden observar cruces, altares y restos de ofrendas, evidentemente asociados a estas representaciones prehispánicas.

 ¿Cómo este lugar ha logrado perdurar como santuario religioso rupestre durante miles de años? Es una interrogante que muchas personas se hacen.  Sin embargo, peregrinos y brujos mantienen  la tradición de los shamanes ancestrales y de los behiques taínos, hasta el día de hoy. Cuevas de este tipo son muy escasas, contando con paralelos del mismo estilo en Bánica, donde existe una caverna dedicada a San Francisco en el cerro del mismo nombre, en la que los petroglifos prehispánicos continúan siendo objeto de adoración al igual que en la cueva de La Mancha.

Área protegida

Esta área protegida fue creada con el propósito “de conservar la singularidad, los abrigos rocosos, las muestras impresionantes de la geología y el relieve del curso medio del Riachuelo El Conde, así como los extraordinarios paisajes de la Presa de Valdesia y su entorno, donde se conjuga el relieve abrupto de las extremidades orientales de la Cordillera Central con muestras representativas del bosque transicional seco-húmedo o viceversa que se desarrolla en la cuenca media-baja del Río Nizao, precisamente donde éste divide en dos la cadena de montañas que forman la garganta que permitió construir el muro que encierra el vaso de la presa”.

Además, se enfatiza que el Parque Nacional El Conde será debidamente habilitado, “dentro de las normas establecidas para la Categoría II de la Unión Mundial para la Naturaleza, con el objetivo de aprovechar inteligentemente la gama infinita de servicios ambientales, ecoturísticos y educativos que se conjugan o asocian a la biodiversidad florística, sistemas de cavernas y fauna nativa y endémica presentes”.

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