Las estadísticas de Roberto Alomar quizás no proyecten lo espectacular que fue en el terreno de juego.
El boricua se encargó de revolucionar la ofensiva de los intermedistas, además de enseñar con el guante destrezas inmejorables. Se ubicaba casi en el bosque derecho y desde allí lograba atrapar rodados como nadie lo ha hecho en la historia del juego.
Usted como experto o fanático del béisbol, vaya a su memoria y busque grandes jugadores que cubrieron el segundo cojín. He aquí varias pistas: Joe Morgan, Bill Mazeroski, Ryne Sandberg, Luis Castillo, Frank White, José Lind.
Sin embargo, no pierdan su tiempo buscando. Alomar fue Jesucristo hecho hombre, pero con un uniforme de béisbol.
Debutó en las mayores el 22 de abril de 1988 con los Padres de San Diego luego de casi cuatro campañas en los circuitos minoritarios de esa organización.
Alomar, de 20 años para la fecha, llegó a la gran carpa e inmediatamente mostró destellos de que se convertiría en una estrella. Terminó ese año quinto en las votaciones al premio Novato del Año (.266-9-41), el cual ganó el antesalista de Cincinnati, Chris Sabo.
Ese año participó en 794 jugadas en las cuales apenas cometió 16 errores, para concluir con un porcentaje de fildeo de .980. Para que tengan una idea, Alomar hizo una pifia cada 50 oportunidades con la pelota en sus manos.
Para 1989, el oriundo de Ponce dominó la liga en apariciones al plato con 702. También robó 42 almohadillas, conectó 27 dobles y sumó 56 remolcadas.
Con el guante, Alomar desmejoró sus números. Cometió 28 errores, la mayor cantidad en su carrera, en 841 chances. Alcanzó un porcentaje de fildeo de .967.
La siguiente temporada resultó muy especial para Alomar. Ahí asistió por primera vez al Juego de Estrellas como titular y comenzó a demostrar que era verdaderamente un jugador completo: bateo de promedio y poder, velocidad, un guante seguro y un brazo más que aceptable.
Durante la temporada muerta, la gerencia de San Diego optó por pasarlo en cambio, junto al jardinero Joe Carter, a los Azulejos de Toronto. Esa transacción incluyó a Tony Cabeza- Fernández y Fred McGriff.
En Canadá, Alomar disfrutó de sus mejores temporadas y por eso será el primer jugador en ser exaltado con la gorra de esa franquicia. Su primera campaña allí fue tan brillante que coqueteó con el premio de Jugador Más Valioso (JMV), gracias a un average de .295, 9 cuadrangulares, 41 dobles y 69 carreras empujadas. Además, consiguió su primer Guante de Oro, producto 15 errores en 795 oportunidades.
Es que Alomar sabía lanzarse de cabeza sobre un rodado y concluir la jugada con un disparo certero a primera.
Concluyó su carrera con 10 Guantes de Oro y permanece empate con Chase Utley con cuatro Bates de Plata.
Además, ganó dos galardones de JMV, uno en la serie de campeonato de 1992 y otro en el Juego de Estrellas de 1998. También se alzó con dos anillos, ambos con Toronto.
La cifra
.300 de por vida. Alomar conjugó a la perfección la defensa con el bateó. Su mejor promedio de bateo fue .336, average registrado en 2001, vistiendo la camiseta de los Indios de Cleveland. Remolcó al menos 100 carreras en dos oportunidades y se robó más de 40 bases en cuatro ocasiones.
Las claves
1. La mejor campaña
Los intermedistas actuales han cosechado grandes temporadas. Hablamos de Robinson Canó, Chase Utley, Dustin Pedroia y Dan Uggla. Sin embargo, Alomar consiguió una campaña de .323, 24 jonrones, 120 empujadas y 138 anotadas, líder en ese encasillado.
2. Proeza
Al ingresar al Salón de la Fama, Alomar se convierte en el tercer boricua que logra ese privilegio. Los otros dos son Roberto Clemente y Orlando Cepeda.
3. Insuperables
Alomar, por 3 años, hizo pareja de doble matanza con Omar Vizquel