Los Juegos Olímpicos celebrados en la ciudad de Barcelona reorganizaron gran parte de esa importante localidad catalana, a tal punto que provocó el ingreso masivo de industriales que pocos años después compensaron con el pago de sus impuestos la inversión pública realizada.
Como vemos, los recursos colocados en esas olimpiadas resolvieron problemas materiales en Barcelona. Sin embargo, en nuestra amada República Dominicana continuamos tirando dinero al abismo, tal y como sucedió con los sesenta millones de pesos gastados en el parque de luces del Roberto, el de la alcaldía de la capital. Las luces ya están apagadas y los sesenta millones de pesos ya se esfumaron, pero la capital dominicana continúa con sus mismos problemas, a decir, llena de basura, calles oscuras, cañadas contaminadas y descuidadas, tránsito caótico, mendigos en las intersecciones, familias viviendo en marginalidad propia de países subsaharianos, entre otros males. Del mismo modo, el otro Roberto, el de la Junta Central Electoral, está metiendo a esta empobrecida nación en un proyecto de miles de millones de pesos para el cambio del plástico de la cédula de identificación personal y electoral que no es más que una muestra del atraso institucional que todavía viven muchas de nuestras instituciones públicas. Se trata tan sólo de un plástico nuevo para una cédula obsoleta, que no resuelve ningún problema vinculado a la documentación personal, como ya lo han hecho otros países. Una cédula moderna debería eliminar y a la vez concentrar en sí misma varios de los documentos que hoy portamos de forma separadas, así como permitir el almacenamiento de datos de forma costumizable, garantizando así una mayor vigencia de ese instrumento. Pero no, este es otro proyecto en el cual el país tirará más dinero al abismo y al cabo de cinco años volver a lo mismo.
Las acciones de ambos “Roberto” reafirma nuestra tesis de que la nación dominicana ha tenido dinero suficiente para resolver sus grandes males.