Robin Hood

Robin Hood

Robin Hood no acataba los edictos del rey. Combatía sus abusos robándole a nobles y a ricos. Robos de camino que se convirtieron en acto de caridad, pues con el botín alimentaba a los pobres. Se escondía en los bosques ingleses de Sherwood. El arquero rebelde y sus hombres dormían entre árboles sufriendo las precariedades del guerrillero. Esta leyenda surge en el Medioevo. Pervive hasta nuestros días, probablemente a consecuencia de ese permanente deseo colectivo de tener héroes justicieros y redentores.

Imaginemos por un momento que ese paladín de gorrito y faldoncillo verde, con arco a cuestas y puñal en la cintura, comienza a construirse un castillo, y que en lugar de andar casi descalzo viste con telas regias y cabalga en corceles de pura sangre. De vez en cuando, antes de que el hambre inquiete a los campesinos del condado de Nottingham y comiencen a pensar en majarle los limoncillos por traicionero, sacrifica un par de ovejitas para darles de comer, les ofrece un poco de pan y un refresco colorao para que beban. En ese instante, deja de ser Robin Hood y se convierte en un malvado que reparte migajas cuando le viene en gana quedándose con todo el botín.

Aparte de aviesa y cruel, esa transformación del héroe nos resultaría desconcertante. Increíble. Si alguien la hubiese escrito, habríamos pensado que fue una mentira inventada para desacreditar al personaje, que muchos, desde entonces (en doctrinas o en acción), han tratado de emular intentando equilibrar las riquezas de este mundo.

Pero si no se tratase del siglo trece ni de la lejana Britania, y la degradación del heroísmo ocurriese en esta isla, aquí y ahora, no dudaríamos en creérnosla. Sería un hecho más de nuestro “realismo mágico”, donde lo irreal y extraño es real y habitual. Donde el dispendio de una “Brillante Navidad” se celebra entre montones de basura.

Estos pensamientos peculiares sobre el arquero bondadoso, robos de caminos, engaño y maldad, me surgieron presenciando repartos de cajas, bocaditos, fundas y baratijas a los pobres durante las pasadas navidades. Viendo a políticos millonarios engatusar a las masas con minucias de a centavo. Una extravagancia penosa, urticante y de mal gusto. Estos anti héroes desalmados salpican desde sus mares de riquezas chorritos de agua inútiles que se evaporan antes de la madrugada sin redención.

¿Hasta cuándo seguirá esta práctica bochornosa que viene desde el “toma tú” de Trujillo hasta llegar a estas cajas de hoy llenas de propaganda partidaria y vacías de auténtica caridad? Repartir bofe para el pueblo mientras se digiere caviar y filete es otra perversidad más de nuestra clase política.

A los historiadores les tocará narrar las terribles aventuras de estos aberrantes Robin Hood, que desde el bosque roban a los pobres, se meten en palacio llevándose el tesoro y, descaradamente, viven como intocables soberanos. Pero será también su deber aclarar que no se trató de una leyenda, sino de una verdadera historia que ocurrió por muchos siglos en la Hispaniola.

 

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