Robles florecidos, querebebés y otros asombros

Robles florecidos, querebebés y otros asombros

Las aguas de mayo que borran la sequía de la cuaresma han llegado en junio tras unos calores que parecían de agosto. Esas aguas son una de las pocas señas que indican en estas tierras caribeñas el cambio de las estaciones.

Otras tres son que regresan los querebebés a llenar las noches con su bello canto; en las calles de Santo Domingo las hermosas flores de los robles criollos engalanan el paisaje; y en las faldas de las lomas cibaeñas se enciende el fuego naranja de las amapolas y flamboyanes.

Las semanas recién pasadas es el tiempo en que muchas aves están sacando polluelos y es por eso que cuando uno ve rolones volando, en vez de una pareja nota tríos. Son los padres volando con las crías en sus primeras aventuras aéreas. Ya antes he dicho que las palomas, rolones, rolitas, tórtolas, perdices y otras aves de la familia “columbidae”, son todas comestibles, y muy apreciadas en diversas culturas, entre ellas la caribeña.

Las palomas urbanas, consideradas “ratas con alas”, no son apreciadas a causa de su dieta y hábitos, distintos a los de palomas, tórtolas, rolones y perdices que cuando están en su hábitat natural, son cazadas y consideradas exquisitas, como es el caso de la codorniz, cuya carne es blanca a diferencia de las palomas, que es oscura.

Para esta época también se produce la llegada a nuestras costas caribeñas de centenares de miles de langostas preñadas que vienen caminando por el fondo del mar desde algún punto ignoto del Atlántico para desovar cerca de las playas y arrecifes.

Por ello es que hay veda de la venta de este apreciable manjar, aunque cualquiera puede ver la floja supervisión que hay al pasar por la Autopista Las Américas, las entradas a Azua y Barahona, y otros lugares, donde ofrecen langostas a la orilla de la carretera.

Una veda que afortunadamente fue levantada es la de la cacería, lo cual permite a los cazadores deportivos retornar a la caza legalmente, la cual nunca fue interrumpida durante los años de prohibición por los perdigoneros y quienes usaban a oficiales de las Fuerzas Armadas como mochileros. ¡Llegué a ver, durante la veda, rolones congelados en ciertos supermercados!

Leí hace poco que la superficie boscosa dominicana ha aumentado en las últimas décadas. Ahora que ayudamos a Haití deberíamos compartir esa experticia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas