Robo de electricidad

Robo de electricidad

El robo de electricidad sigue siendo uno de los factores de pérdida del sistema eléctrico nacional y, según parece, enfrentarlo de manera integral tiene  escollos que las autoridades no han logrado vencer.

El vicepresidente de la CDEEE, Celso Marranzini, afirma que al menos un millón de dominicanos evade el pago de la electricidad. Los procedimientos de evasión son diversos, y van desde el “enganche” rudimentario hasta la instalación de sofisticados aparatos importados desde China para neutralizar el contador. Ha dicho que se comprobó que técnicos de una de las distribuidoras han aplicado avances tecnológicos para el fraude.

Una arista del problema es que las autoridades evitan  enfrentar los costos políticos de perseguir el fraude en sectores populares. Aunque los ricos son los que más energía roban, parece más fácil lidiar con éstos que ir a los barrios a desconectar instalaciones ilegales. El resultado de este temor es pérdidas e inestabilidad del suministro de electricidad.

Es necesario enfrentar este problema de manera integral. Nadie tiene derecho a usar un servicio por el que no paga y hay que enseñarle a la gente a pagar por la electricidad de la misma manera que se paga por el teléfono o el cable. Es difícil mejorar el servicio mientras arrastra la tara del fraude. Hay que enfrentar el problema con todos sus costos.

Otro récord dominicano

Este país tiene fama de implantador de marcas. Veamos: estamos entre los que menos invierten en educación, entre los que tienen la más alta tasa de mortalidad materna y entre los más inseguros.

A esas marcas tenemos que sumar otra, revelada por un estudio reciente de la Organización Internacional del Trabajo, pues el poder adquisitivo del salario mínimo en este país está en los niveles más bajos de la región, comparable con la capacidad de compra de Bolivia, Haití, México, Guayana y Nicaragua.

Hay parámetros contradictorios en la economía nuestra, que estando entre las de más crecimiento en la región, propicia estados de marginalidad y exclusión que rayan en lo insólito. El bajísimo poder de compra del salario mínimo es uno de esos parámetros, altamente influyente en los niveles de pobreza y en la calidad de vida. Y cuando se habla de indexación es para desmejorar aún más la capacidad del salario.

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