La turba enfurecida lo asesinó a mansalva, aprovechando la bruma creada por los gases lacrimógenos y el estruendo de las bombas. Al disiparse la nube producida por el fluido, se descubrió su cuerpo despiadadamente apuñalado en la nuca e invadido de numerosos golpes contundentes que ocasionaron su muerte.
Es una de las pocas informaciones comprobadas que se tiene sobre Miguel Félix Rodríguez Reyes, general de brigada del Ejército Nacional caído en la llamada Masacre de Palma Sola, en San Juan de la Maguana, mientras intentaba calmar a seguidores de los “mellizos” Plinio, Nicolás y Tulio Ventura que mantenían allí un culto a Olivorio Mateo Ledesma (Papá Liborio), curandero, “santón y brujo” que había fallecido, pero al que fanáticos de todo el país idolatraban en el apartado paraje.
Sobre el dramático acontecimiento, ocurrido el 28 de diciembre de 1962, y en el que resultaron muertos, heridos y capturados cientos de sectarios, se han escrito decenas de libros, unos documentales, otros ensayos sociológicos, y se han grabado incontables videos con entrevistas y testimonios de sobrevivientes del extermino.
Pero es poco lo que se conoce del general Rodríguez Reyes, a quien honra una calle de Santo Domingo.
Sin embargo, abundan conjeturas a las que se atribuyen el crimen. Quizá la magnitud del suceso que lo arrebató a la vida ha opacado sus méritos.
Los editoriales y crónicas de la fecha expresan que gozaba de prestigio entre las filas castrenses y entre sus conciudadanos, y que era un soldado honesto y pacífico, cumplidor de su deber. Cayó “víctima de la ignorancia que la pasada tiranía legó a nuestro sufrido pueblo dominicano”, significó el rotativo La Nación en su “Epílogo de Palma Sola”.
Según un comunicado del Consejo de Estado, Rodríguez Reyes murió tras la agresión “de unas mil personas del poblado de Palma Sola, mientras se disponía, en unión de otras autoridades, a parlamentar con los “mellizos” Tulio, Nicolás y Plinio Ventura”.
Estuvieron con él los coroneles Joaquín Méndez Lara, Manuel Valentín Despradel Brache, Francisco Alberto Caamaño Deñó y Antonio García Vásquez, procurador general de la República; Tomás Susaña, procurador general de la Corte de Apelación de San Juan de la Maguana; “el mayor Guzmán”, de la Policía Nacional.
Una detallada reseña firmada por Francisco Álvarez Castellanos y Reginaldo Atanay señala que Rodríguez Reyes, “acompañado también de 42 rasos del Ejército, se adentró temerariamente hasta el poblado de Palma Sola y se adelantó llegando al caserío”.
Agrega que el militar había dado órdenes de no usar la violencia, “pero uno de los llamados sacerdotes de Papá Liborio sacó un puñal de cerca de 27 pulgadas de largo al grito de “¡Viva Papá Liborio!, yo no me muero ná”, atacó a un raso de la Policía viéndose este en la necesidad de hacer uso de su revólver de reglamento, matándolo en el acto”. Así inició la matanza en la que, seguido, cayó el general.
El Consejo de Estado, entonces gobernando, señaló en un comunicado que “testigos presenciales del hecho han declarado que el valor demostrado por el general Rodríguez Reyes para evitar el uso de la fuerza, “rayó en la temeridad”.
En el motín resultaron heridos Caamaño, de “un garrotazo en la frente”; el mayor Guzmán, “ y el coronel Despradel Brache fue derribado al suelo de una puñalada en la parte derecha del pecho”.
“El Consejo de Estado considera que dada la agresión a mansalva de que fueron objeto las autoridades, así como de la agresiva actitud de la multitud fanatizada, el orden público estaba ya seriamente amenazado y se requerían medidas efectivas para conjurar esa grave situación”. A la fecha no se ha establecido una cifra de muertos y heridos entre los amotinados. Los “mellizos” Tulio y Nicolás resultaron muertos. Plinio escapó a los montes junto a 400 o 500 hombres. Palma Sola resultó destruido por el fuego.
El general. ¿Cómo serían su vida, su carácter, sus estudios, su fisonomía? Cuáles sus entretenimientos fuera de los cuarteles. Durante años se ha tratado de localizar algún pariente que cuente su historia personal y profesional, que aclare versiones, que muestre sus fotos familiares. Las imágenes que conservan los archivos públicos son reproducciones de periódicos.
¿Ciertamente Trujillo lo respetaba, Ramfis lo anulaba, Juan Bosch le agradecía? ¿»Realmente sería designado ministro de las Fuerzas Armadas en el gobierno boschista de 1963? ¿Fue víctima de la superstición o, como se ha dicho, fue una muerte por encargo? Se entendía con los yanquis”?, como se afirma.
El Consejo de Estado no solo destacó las virtudes del general fenecido, sino que se hizo presente en el hospital Lithgow Ceara, al quetrasladaron el cadáver; en la casa mortuoria, en la calle Correa y Cidrón, y en el cementerio de la avenida Máximo Gómez, donde lo sepultaron.
En cada lugar montaron Guardia de Honor. El presidente de ese Cuerpo, Rafael F. Bonnelly, apareció en primera página dando el pésame a Ramón de Jesús Rodríguez Landestoy, hijo mayor del finado.
Y junto a Bonnelly estuvieron los consejeros Donald Reid Cabral, Luis Amiama Tió, José Antonio Fernández Caminero, Antonio Imbert Barreras y monseñor Eliseo Pérez Sánchez.
El “meritorio general masacrado” contaba 54 años de edad. Ingresó al Ejército Nacional en 1929.
Su madre era Edelmira Reyes, no se menciona al padre. Estuvo casado con Mercedes Landestoy, madre de sus hijos Ramón de Jesús, Luis Alfredo, Miguel Antonio, Miguel Félix, Rafael, Fernando, Altagracia y Mercedes.
En su funeral, la banda de música del Ejército interpretó la marcha fúnebre, y un regimiento mixto le rindió honores militares.
El profesor José Delmonte interpretó al armonio Oficio de difuntos, un canto gregoriano. El corneta tocó “un emocionante silencio” y la bandera fue enhestada a media asta en señal de tributo “a quien muriera en el cumplimiento del deber”.
La calle. El 23 de mayo de 1973, el Ayuntamiento del Distrito Nacional consideró que el militar “dedicó gran parte de su vida a los mejores intereses del país, sirviéndole con nobleza y altura en las gloriosas filas del Ejército Nacional”, y como reconocimiento, designó con el nombre de “General Miguel F. Rodríguez Reyes”, a la entonces calle “Prolongación 10”, de Arroyo Hondo.