Rogando por la inspiración de Juan Bosch

Rogando por la inspiración de Juan Bosch

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Thomas Mann decía que la cultura es la devota ordenadora e incorporadora benéfica de elementos opuestos. Con cierta frecuencia he insistido en la importancia de mantener vigentes, activos y funcionales lo que es oposición razonada; espacio para la disensión, para la duda bien intencionada. Por supuesto, no me refiero a la venenosa duda sistemática que impide la acción y le corta las piernas al progreso y al bien. Tampoco a lo que el embajador italiano en España, en tiempos de Felipe Segundo consideraba padecimiento del rey hispano: reportaba a Roma que Felipe tenía “la infirmitá della sospetta”, la enfermedad de la sospecha. Y, efectivamente, la sospecha sistemática es una enfermedad que no tiene que ver con la cautela y el sopesamiento de variables que ha tener el humano, especialmente si sus decisiones afectan, para bien o para mal, a otras personas. Muchas o pocas.

Terrible responsabilidad la de gobernar un país, una Nación. Ahora bien: todo extremo es maligno. Si bien mi admiración por Juan Bosch -que siempre fue muy alta aunque me mantuviera fuera de todo círculo de pertenencia partidaria, salvo (muy tarde al Partido único de Trujillo, por alta solicitud, pero sin pronunciar nunca un discurso o escribir sobre el régimen), a pesar de no ser hombre de partido político alguno -repito- he admirado y admiro profundamente a Juan Bosch.

Realmente pienso que su enfebrecido amor patriótico le obnubiló la visión que necesita tener el político para manejar los instantes, el tiempo, el ritmo de los procesos de cambio. Ese arte en el cual Joaquín Balaguer era “magister”. Griegos y romanos aconsejaban: “Conoce el tiempo oportuno”. Balaguer lo conocía, lo olfateaba y sabía aguardar.

Bosch no. Estaba cargado de una honradez patriótica impaciente. Como -guardando las distancias- hubiese sentido yo. Es que la República Dominicana ya ha sufrido excesivas injusticias. Nacionales y extranjeras. No quiere uno que se prolongue tal situación. El error de mi bien recordado don Juan fue creer en la existencia de un apoyo generalizado que no existía. Es que la nobleza y el desinterés por los beneficios personales y materiales es inexistente o muy débil en las minorías de gran poder…esas que dan o propician “golpes de Estado”, esas que saben o creen que una verdadera justicia social perjudica el crecimiento de sus formidables cuentas bancarias.

Sus turbios negocios, sus anchas impunidades que se extienden hasta sus familiares cercanos sin que cuente la magnitud del crimen (porque eso es). Trátese de matar a un inocente peatón que cruza una avenida sin poderse enterar de que ha sido convertida en pista para competencias de autos de alto poder que transitan a altas velocidades con las luces apagadas en nuestras noches sin luz.

La impunidad nos está tragando.

¿Qué hubiese hecho Juan Bosch?

La Nación requiere tenerlo en cuenta. Se trata de un reto monumental para el Presidente Fernández, quien está obligado, frente a la historia, a factibilizar, a hacer posible, esa intransigencia de Bosch hacia lo justo.

No queremos, los dominicanos que amamos esta tierra de nuestros antepasados, vivir el blando caos que los beneficiados estiman existe.

Porque no es blando.

Es trágico.

Bosch sabía, aunque no quería aceptarlo, que la política requiere de manipulaciones, mentiras y trampas, porque el ser humano es muy defectuoso y necesita controles rígidos, si bien, justos para la totalidad.

Justos hasta donde es posible. No queremos entrar en otra ilusión condenada a muerte.

Queremos que se mejore grandemente todo lo que sea mejorable. Como se empieza a hacer con la Policía, aunque los castigos resulten desconcertantemente débiles e ineficaces.

Queremos orden, queremos disciplina cívica como comprobamos en otras países.

Queremos que las disposiciones, como las tomadas con respecto al cierre regulado de los negocios de expendio de bebidas alcohólicas a altas horas de la noche, no sean algo transitorio (como la obligación del uso de cinturones de seguridad, o la circunstancial exigencia de la “revista” a vehículos que en verdad no deberían transitar).

Queremos mano fuerte hacia afuera y hacia adentro.

Queremos la inspiración de Juan Bosch. Con prudencia pero sin excepciones.

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