Rol migratorio en la civilización

<p>Rol migratorio en la civilización</p>

DIÓMEDES MERCEDES
Al igual que las otras manadas del reino animal, nuestra especie, en busca de abastecimientos, bajo la presión de la necesidad y guiada por el potente instinto de conservación, desde nuestros mismos orígenes inició su flujo migratorio. En él crecimos sobre de nosotros mismos, evolucionando cerebral y socialmente, desarrollando las facultades con las que pudimos poblar y conquistar todo el planeta y en la actualidad emprender la exploración del espacio, penetrando en otros mundos para conquistarlos también. Ser caminantes fue nuestro primer destino -nuestra Primera Era-; ser navegantes, virtuales y reales nuestra Segundad Edad, nuestra segunda aventura.

La Tierra es nuestra plataforma, en ella acumulamos todos nuestros potenciales, (poblacional, económico, científico, tecnológico, cultural, etc.) disponibles para esta misión, cuando la revolución inimaginable aún en su forma política, nos proyecte al espacio tras acoplar con sus propósitos a la masa de la población proletarizada migrante tras una oportunidad de empleo en el mercado en cualquier parte del mundo; y la que como marea lo recorre agitando a los cinco continentes llenos de los náufragos de un modo civilizatorio milenario pero errado, con el que la humanidad no puede remontarse y de no hacerlo, por la ley de la gravedad habrá de desplomarse, si es que no la repropulsamos.

Es imperativo pregonar esta nueva filosofía y hacerle altares en todos los sectores bajo opresión y plantar sus estandartes en sus baluartes, para reorientar las luchas por el poder para redimir la historia y reivindicar las ancestrales deudas sociales y políticas contraídas por los detentadores del poder desde el equívoco y los desvíos venidos con la aparición de las clases sociales, contra el bien general y el destino humano, que hemos perdido.

Esta fe es la que debe precursar el nuevo “Ascenso del Hombre”. Visión positiva y objetiva, clave, como llave mágica del futuro que no existe, pero hacia el cual no obstante marchamos. Esta es la fe que debe contraponerse a la ideas de los intereses conservadores que deshabitan el mundo de ideas valientes, para mantenernos bajo su poder humillados. No hay soluciones a los conflictos mundiales y locales y al estancamiento humano dentro del poder que mata nuestras perspectivas y atrofia la vida en general. No hay solución a las crisis dentro del sistema que los ha creado, ni siquiera con procesos revolucionarios políticos locales, que pueden ser aislados, como la de Cuba, u otras que se agotan, corrompen o estancan, infectados por el ambiente geopolítico, por el boicot, los sabotajes, o el ataque militar y/o la guerra abierta.

Hay que arremeter contra la macro-ideología conservadora desde un paradigma que contenga el todo y la unidad del proyecto de vida en todos los escenarios humanos, para que el mundo y el pensamiento moderno, audazmente, aventuren otra vez al género hacia la segunda misión con la que se pacificará la Tierra donde actualmente nos autodestruimos.

Desde la tierra antigua de los entonces fértiles valles de lo que hoy es Etiopía, donde jugó el niño Taung, precavernario, hasta hoy, hemos hecho un largo trayecto. En la ruta, si bien nos separamos del mundo animal y nos emancipamos de la naturaleza, el sistema clasista perpetuó la esclavitud situándonos en un laberinto sin salidas donde enfurecimos. Y en el que la vida no ha sido humana, ni siquiera para los detentadores del poder, donde lo divino engaña, donde gobernar no ha tenido ni tiene nada digno, honorable o glorioso, sólo trágico como puede verse en todo el rastro de la historia hasta el presente. Es el fenómeno migratorio mundial, el que desde esa situación está prefigurando la apertura y el mañana de nuestra civilización reorientada; éste constituye el embrión de una nueva identidad que nos da nuevas perspectivas tras la disolución de los estados-naciones hechas por el ultra-capitalismo globalizador que ha creado en el a su opositor idóneo tras la anomia cuya ingeniería explotó a nuestras naciones desvinculando de ellas a los propios.

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