Rolando Fermín nació con en el deporte y la crónica deportiva en la sangre, lo que le ha dado la vida la oportunidad de desarrollarse como atleta y periodista deportivo triunfar con una carrera de éxito pues las actividades figuran en su libro con letras de oro.
El pimentoso y alegre deportista tiene una carrera por la cual debe de sentirse orgulloso, junto a su querida familia de sus aportes al país lo hechos están sobre la mesa.
Desde pequeño, fue bautizado en el deporte como Rolling, nombre que ha recorrido eventos a nivel nacional e internacional.
Jugar béisbol y convertirse en pelotero era la ilusión de todo joven de la época y más para un descendiente de la familia Martínez, donde procedían grandes figuras de este deporte como Horacio, Aquiles, Toñito y Julito.
Parecían haber nacidos con un bate y una pelota en sus manos y el nieto Rolando Fermin (Rolling), hijo de una hermana, Dulce, no era la excepción.
Pero unas vacaciones escolares, dos vetustas mesas, en las oficinas del llamado movimiento scouts, liderado por Rafael Valdivieso, ubicadas frente al parque Duarte de Santiago, al lado del Centro de Recreo, resultó la fuente de inspiración que cautivó, al más luego primer campeón nacional de tenis de mesa. Arrinconó el bate, guante y la pelota, los cambió momentáneamente por una raqueta de Ping Pong, en ese entonces, y la pasión deportiva quedó dividida y sin arrepentimiento.
En lo adelante todo es historia para quien en 1974 se convirtió en el primer campeón nacional de tenis de mesa.
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El ping pong, como se le llamaba, constituía un deporte poco popular, muy exclusivo, quizás clasista, pero esto no resultó óbice ni frontera y donde había una mesa, Fermín aparecía raqueta en mano como arte de magia. Quería encontrar competencia, ya poco abundante en su entorno natural. En el trayecto conoció al profesor de la PUCMM, Julio Cross, uno de los grandes propulsores de este deporte, junto al descendiente alemán Hanns Hieronimus, definidos tutores, con quienes perfeccionó y desarrolló el nivel de juego que le permitió ejercer un dominio pleno en la disciplina.
Ante la ausencia de competencias organizadas, por años fue calificado campeón por aclamación y no fue hasta 1974, cuando se coronó de manera oficial, conquistando el Primer Campeonato Nacional. Representó por años el país como parte del seleccionado nacional junto a los mejores de la época Rubén Peñaló, Leudis Dumé, Bernardo Isern, entre otros.
Polifacético
En su trayecto, Rolling también jugó rol de entrenador de su hermano y multi campeón nacional y latinoamericano Raymundo Fermín, así como de dirigente federado.
También descolló en la práctica del sóftbol y la crónica deportiva.
En softbol y la crónica deportiva misma, con tantos méritos acumulados como en el tenis de mesa.
Fermín considera que el tenis de mesa dominicano tiene un futuro auspicioso, con mucho talento, aunque requiere de un proyecto de trabajo mejor sustentado y mayores recursos para la federación como organismo base.
“No había visto tanto talento desde la época de Mario Álvarez, Raymundo Fermin, Juan Vila y Gonzalo Ortiz, en su momento considerados Los Chinos del Caribe“, apuntó el hoy profesor universitario de la disciplina y organizador de uno de los más atractivos y populares eventos de la disciplina, agregó que se impone una mejor planificación de la dirigencia y programación.
“Se necesitan más asociaciones, muchas que existieron y deben retomarse”, apuntó.
Rolling, calificó la práctica del deporte, en las diferentes facetas que se involucró, como una bendición, en todos los sentidos. “Me formó, me abrió muchas puertas, me proporcionó muchos y buenos amigos y de paso, valiosas amistades”, dijo el legendario hombre del deporte que aguarda una inmortalidad que entiende merece un lugar.