“Lo menos frecuente en este mundo es vivir.
La mayoría de la gente existe, eso es todo”.
Oscar Wilde
Hay días extraordinarios en los que entramos en contacto con el fluir y de repente, ¡Zas! algo ocurre que nos arroja en brazos de lo inefable, marcándonos de un modo especial. Si no estamos atentos, este momento único que nos hizo sentir maravillosos se pierde en el trajín de lo cotidiano.
Anne Shirley, la protagonista de la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery dice: “En mi opinión, los días más memorables no son aquellos en los que suceden cosas fantásticas y excitantes, sino los que nos procuran pequeños placeres, uno tras otro, como perlas que se deslizan por un cordel”.
La mente tiene preferencia por los recuerdos traumáticos, dolorosos y tristes. Tenemos muchas memorias de pesar que recordamos con facilidad (con todos sus detalles), en cambio las memorias de gozo deben ser buscadas como perlas escondidas en el fondo de nuestros recuerdos.
El pasado sábado, fui sorprendida con un emocionante, profundo y singular trabajo, que para mi tiene el valor de una hermosa joya. Aunque surgió a través de mi, fui la primera en maravillarme de lo que se revelaba: la grandeza del alma, y su grandiosa capacidad de autosanación más allá de los límites de tiempo/espacio.
Para la Kabbalah cada persona tiene dos tipos de Luz: la Luz interior y la Luz circundante. La Luz interior es aquella con la que nacemos (dones, talentos, destrezas y habilidad para aprender). La Luz circundante representa nuestro potencial, una fuerza con la que no hemos nacido, pero que está dentro de nuestra capacidad de desarrollo cuando crecemos, cambiamos y nos expandimos más allá de los dones que se nos otorgaron.
Entrar en contacto con la Luz es un grandioso regalo. Es necesario tomar iniciativas para recordar lo memorable, lo agradable, lo divertido, lo bueno, que hemos vivido. ¿Cómo celebrar un acontecimiento de este tipo? En el libro “Hierbas: jardines, decoraciones y recetas”, Emelie Tolley y Chris Mead dicen que sembrar romero es una acción que honra el valor que tienen esos acontecimientos especiales, que por su valor, profundidad y significado, tocan de una manera especial nuestras vidas.
Antes de escribir esto que lees, había hecho un artículo al que le había invertido una importante cantidad de tiempo, y además me había gustado mucho. De pronto, Word se cerró inesperadamente, y como no lo había salvado, ¡lo perdí! ¿Cuántos momentos valiosos en los que has invertido mucho has perdido? Tal vez, la alegría de un importante logro, un inusual sentimiento de gratitud, una experiencia de amor que te hizo sentir Uno con todo, o cualquier vivencia cargada de significado.
La recomendación es: ¡Siémbrala! La Tierra es la fuente material de todo lo que recibimos. El poeta inglés Rupert Brooke decía que muy pocas almas tenían la fortuna de “almacenar reservas de alegría”, y recurrir a ellas cuando la fuente ya no esté presente. Los chamanes recomiendan “guardar” nuestras vivencias y deseos en la rejilla de información de la Madre Tierra.
Esta acción es parecida a salvar un archivo importante en tu PC. Escribe en un papel lo que deseas recordar o mantener, haz un hueco en la Pachamama y ciérralo. Los andinos suelen poner miel, agua, jugo de frutas, chicha de maiz, dulces y confetti para señalar el agradecimiento a la Gran Madre y celebrar lo recibido (aunque no se haya manifestado todavía).
Un refrán popular reza: “De las virtudes del Romero, podría escribirse un libro entero”. En opinión de Emelie y Chris, el romero es ideal para conmemorar lo bueno, ya que conserva dulces los recuerdos y nos mantiene unidos al amor que fue desplegado en ellos. Así que escribí mi experiencia del sábado, y la guardé en el vientre de la Tierra junto a una ramita de romero. ¿Te animas a hacerlo?