Ningún tipo de argumento puede esgrimir un hombre para justificar el haber asesinado a sangre fría a cuatro mujeres indefensas, entre ellas a su propia hija, una jovencita de apenas 19 años de edad. Ninguna razón, incluso la locura, es inaceptable, puesto que este asesino en serie, Santos Delgado, mató con premeditación, todo lo tenía calculado, ya que había mandado a dos de sus hijos a un colmado de su barrio a comprar varios artículos con el fin de alejarlos de la tragedia que tenía planeada cometer.
No fue un hecho de sangre imprevisto, producto de una rabia o furia, una ofuscación de un momento, sino planeado. Santos Delgado, un fornido y hombre joven de 44 años, quería acabar con la vida de su mujer, hija, suegra y vecina, y por ello decidió cerrar las puertas de su vivienda para que nadie pudiera entrar a socorrer a las infelices mujeres que nada pudieron hacer para defenderse de su agresor que les fue encima primero con un revolver y luego con dos cuchillos.
Jamás puede ser una excusa para cometer tal tragedia, el hecho de que su pareja, Roberta Argomás, tenía decidido viajar al extranjero para hacer lo que ella consideraba -bueno, o malo-, tenía todo su derecho, pues ninguna persona es posesión exclusiva de otra. Parece ser que a algunos hombres les resulta demasiado difícil aceptar una separación cuando la decide la mujer, pues el machismo les ofusca, hasta con aquellas que son ex parejas. Todos los días, muchos hombres abandonan a sus mujeres, casi siempre por otras, y no pasa nada. Son muy contados los casos en que las féminas abandonadas toman represalias sangrientas. Sin embargo, los hombres, de los que muchos dicen que son infieles por naturaleza, no aceptan ni siquiera un rumor, una sospecha de infidelidad de su compañera, dejándose arrastrar por la violencia, de tal forma que según estadísticas de la Policía, en nuestro país cada 68 horas se produce un feminicidio, por lo que Santo Delgado rompió el récord, mató a cuatro en menos de un minuto.